El 29 de junio, siempre y cuando las autoridades sanitarias y del gobierno de la Ciudad de México confirmen la transición al semáforo naranja en los próximos días, se oficiarán misas con la participación presencial de fieles.
Así como los centros laborales, comercios, instituciones gubernamentales deben prepararse para gradualmente abrir sus instalaciones y permitir el aforo de personas, también las iglesias y centros de culto religioso deberán guardar medidas preventivas para proteger a la población de contagiarse de COVID-19.
Para este efecto la Secretaría de Gobernación (Segob) emitió un protocolo con recomendaciones a iglesias, agrupaciones y asociaciones religiosas en el que, con base en los lineamientos emitidos por la Secretaría de Salud, sugiere observar diversas recomendaciones como sanitización del lugar, contar con alcohol en gel para los visitantes, utilizar cubrebocas, marcar lugares para guardar la sana distancia y permitir un aforo no muy amplio de personas, entre otras recomendaciones.
Previendo la llegada del momento para reabrir los templos en la Ciudad de México, la Arquidiócesis Primada de México, con mucha anterioridad al anuncio de la Segob, se dio a la tarea de analizar las medidas más convenientes para que su feligresía pudiera regresar a sus parroquias bajo las medidas pertinentes de seguridad, por lo que se dio a la tarea de elaborar y difundir un documento a los encargados de las parroquias y centros religiosos de la capital del país.
La Arquidiócesis informó que el 29 de junio (siempre y cuando las autoridades sanitarias y del gobierno de la Ciudad de México confirmen la transición al semáforo naranja en los próximos días) se oficiarán misas con la participación presencial de fieles. Quienes asistan y participen de las celebraciones deberán seguir un protocolo expresamente elaborado para este fin:
Si bien la Iglesia se preocupa por “acompañar a los fieles y darles consuelo, fortaleza y esperanza en medio de esta dramática situación (pandemia) y preocupado por la salud espiritual de los fieles”, prevé una serie de medidas para cuidar de la salud física de los sacerdotes y los feligreses.
El documento destaca que una vez reabiertos los templos, “no deben asistir a las celebraciones litúrgicas quienes presenten los síntomas relacionados con COVID-19 y que el sacerdote que se encuentre en una situación vulnerable, por salud o por edad, deberá de discernir la conveniencia de su participación en celebraciones litúrgicas y actividades pastorales con los fieles”.
Asimismo, señala que a fin de resguardar su salud lo más conveniente para los adultos mayores de 65 años en adelante, embarazadas, personas que padecen hipertensión arterial, obesidad, diabetes y patologías cardiovasculares o cerebrovasculares sigan uniéndose a las celebraciones religiosas y a la eucaristía a través de los medios electrónicos, para evitar ponerse innecesariamente en riesgo.
Cuidados en los templos
En la primera fase de apertura se indica que la norma de aforo será de un máximo del 30 por ciento de la capacidad del templo.
Antes de abrir los recintos religiosos éstos deberán estar sanitizados y fumigados, la entrada será una sola al igual que la salida, y a los fieles que ingresen se les tomará la temperatura y se les ofrecerá gel antibacterial, además de limpiar sus zapatos en las jergas previamente humedecidas con desinfectantes. Es importante señalar que sólo podrán acceder quienes lleven con cubre bocas y sigan las instrucciones por parte de quienes están resguardando las entradas.
Las personas no podrán sentarse juntas por lo que se dejará un espacio de un metro. entre cada banca y 1.5 metros entre cada persona. Además, se recomienda que se procure que las celebraciones sean breves (máximo 45 minutos), pero sin sacrificar el decoro y el cuidado de las mismas.
Entre los sacramentos que los católicos han manifestado que más atención requieren después de tanto tiempo de permanecer los templos cerrados, son la confesión y la unción de los enfermos. Para estos casos en concreto los criterios que marca la Arquidiócesis son muy puntuales.
Confesiones y visitas a enfermos
Para recibir el sacramento de la confesión o reconciliación se señalan tres puntos en concreto:
1.- Donde sea posible, la celebración de este sacramento deberá llevarse a cabo en algún espacio abierto utilizando al menos cubre bocas, sacerdote y penitente.
2.- En los lugares en donde no sea posible lo anterior, el sacerdote tendrá que usar, en todo momento, cubrebocas y guantes y separar los espacios del confesor y penitente con material acrílico.
3.- Se debe observar siempre al menos 1.5 mts de distancia entre fiel y sacerdote.
Con respecto a la atención de los enfermos, el documento considera a aquellos que no padecen COVID-19 y los que sí. Para los primeros el protocolo a seguir es lavarse o desinfectarse las manos con agua tibia y jabón; usar el equipo de protección personal (guantes, gel antibacterial y cubrebocas); evitar todo contacto físico y guardar sana distancia.
Para hacer la unción del aceite bendito, este deberá hacerse a través de un hisopo con punta de algodón o una bola de algodón, que se quemará sin excepciones después de su uso.
Si se da la sagrada comunión, se recomienda darla en la mano cuando el enfermo pueda tomarla.
El sacerdote ha de desinfectar sus manos con agua y jabón después de la visita.
En cuanto a la visita de enfermos con COVID-19 en las casas y centros hospitalarios el documento arquidiocesano indica que “cada Vicario Episcopal territorial designe al menos a un sacerdote voluntario para la atención de enfermos COVID-19 dentro de los hospitales de su zona”.
Resalta que únicamente podrán atender a este tipo de enfermos sacerdotes menores a 55 años y que no padezcan hipertensión, diabetes, enfermedad de Crohn, cáncer, artritis reumatoide, asma, EPOC o enfermedades del corazón. El sacerdote deberá llevar y usar el equipo de protección personal (guantes, mascarilla quirúrgica o respirador n-95, delantal impermeable de manga larga y protección facial contra salpicaduras). Es imprescindible utilizar todo el equipo.
En el documento emitido por la Arquidiócesis, el cardenal Carlos Aguiar Retes, pide “firme y encarecidamente que cuando algún sacerdote no pueda satisfacer la demanda de los fieles, busque personalmente a algún sacerdote que sí esté brindando este servicio y contáctelo con la familia del enfermo. Nunca se deje a los fieles sin atención pastoral en circunstancias tan lamentables”.