Por: H. José Romero, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a ver tu cara para experimentar tu misericordia.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”.
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Era difícil para mí caminar por las calles y no sentir en algunas ocasiones el juicio de los demás; era difícil para mí entrar en una iglesia por primera vez y no sentir las miradas de los presentes; era difícil para mí no parecer un pecador frente a las personas que iban con frecuencia a la misa; era difícil para mí no ser como la mujer del Evangelio llevada ante Jesús.
Yo conocía muy bien mis pecados, conocía que no era para nada una persona que pudiera decirse que era buena, pero hay una diferencia importante entre ser un pecador y ser un pecador perdonado. La mujer conocía su delito, la mujer conocía su sentencia; lo que no conocía era la capacidad que tiene Dios de perdonar, la capacidad que tiene de amar.
Después de que todos se van, porque se reconocen, gracias a Dios, pecadores como la mujer, Jesús le comenta que no la condenará. Esta es la mayor certeza que podemos tener en esta vida, a todo pecador arrepentido la sentencia de Dios será el amor.
Y no importa cuánto tiempo tardé en estar junto a Jesús, no importa si me convierto mucho después de los 20 años, no importa si todos, con piedras en las manos, me quieren condenar; lo que importa es que la sentencia de Dios es siempre el amor, un amor que hace que todos dejen sus piedras, un amor que hace que mire cara a cara a Dios y sea, por esto, un pecador perdonado.
Estamos cerca de la Semana Santa, todavía hay tiempo para mirarle la cara a Dios, todavía hay tiempo para poder escuchar su sentencia, que es siempre el amor.
«También ahora me viene al corazón la frase de Jesús: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. ¡La conocéis bien! ¿Y saben qué suelo hacer yo en los sermones cuando hablo de que todos tenemos algo adentro o por debilidad, o porque siempre caemos, o lo tenemos muy escondido? Le digo a la gente: A ver, todos somos pecadores, todos tenemos pecados. No sé, ¿acá hay alguno que no tiene pecados? Levante la mano. Ninguno se anima a levantar la mano. Él nos invita, Jesús, a dejar la lógica simplista de dividir la realidad en buenos y malos, para ingresar en esa otra dinámica capaz de asumir la fragilidad, los límites e incluso el pecado, para ayudarnos a salir adelante.»
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Reflexionar sobre la importancia de la confesión, sobre la gracia de la misericordia que puedo recibir y asegurar acercarme a este sacramento para celebrar la Pascua con un corazón nuevo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.