Cuando el sacerdote se reviste con la estola, el enemigo infernal sufre un verdadero flagelo, tanto es el temor y odio a este ornamento sacerdotal.
La estola tiene, como los demás ornamentos sacerdotales, un verdadero sentido espiritual, recuerda el madero de la cruz que cargó sobre sus hombros Nuestro Señor camino del monte Calvario. La estola puesta en el cuello y cruzada sobre el pecho, en la Santa Misa tradicional, muestra al sacerdote que tiene que unirse y ligarse de algún modo a Dios, sujetándose con verdadera obediencia a la ley divina, llevando alegremente su yugo, y recordando siempre que es Dios quien ordena tales cosas.
La estola cruzada ante el pecho, la parte derecha sobre la izquierda, es el símbolo de la cruz de Cristo en él, es el recuerdo de la pasión de Nuestro Señor presente en el altar. Al revestirse con la estola debe estar preparándose para el Santo Sacrificio. El sacerdote rezará la siguiente oración: Devuélveme Señor, la estola de la inmortalidad, que perdí con el pecado de mis primeros padres, y aunque me aceptas sin ser digno a celebrar tus Sagrados Misterios, haz que merezca el gozo eterno.
El sacerdote que se acerca al altar de Dios como indigno que es, pero elegido por la misericordia del Altísimo. El sacerdote al revestirse con su estola es el nuevo Cirineo que ayuda a Nuestro Señor. Aquel fue obligado a aquella tarea, pero aun así no pudo por menos que rendirse ante la mirada de humildad y compasión del Cordero Divino camino del “matadero”.
El Sumo y Eterno Sacerdote y Víctima a la vez vuelve mirar a su sacerdote con la misma mirada con que miró al Cirineo, pero aun con más humildad y misericordia, esperando que su ministro sea el nuevo Cirineo, pero ya no obligado, sino voluntario, identificado con Él. El Señor mira a su ministro esperando de él que tenga presente Su Pasión, Agonía, Muerte y Resurrección por la salvación del mundo.
La estola por esta unión con el patíbulo, con la Santa Cruz, y por ser signo privilegiado del sacerdocio de Cristo y del poder y autoridad del ministerio sacerdotal, es un verdadero flagelo y terror para el demonio.
Ningún sacerdote debe prescindir de ella en la confesión, en la bendición y, por supuesto, durante la Santa Misa; y los fieles deberían pedírsela al sacerdote que la lleve puesta, sino la llevara.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa? Escuchar artículo