*XXIX Ordinario/C. I. – EN LO ALTO DEL MONTE (Ex 17,8-23).* Israel recién ha comenzado su marcha por el desierto, etapa que constituye los primeros pasos y balbuceos de un pueblo que estrena su libertad; ha dejado atrás la esclavitud de Egipto y en cuanto sale del mar Rojo, empieza a experimentar las exigencias, los retos y la responsabilidad que implica la libertad y la decisión de servir a Yahvé. Estando en Refidín (vv. 1-7), tiene lugar el episodio -la falta de agua-, que hace dudar a Israel de la presencia de Dios en medio de su pueblo: “¿Está Yahvé entre nosotros o no?”, también surge un segundo acontecimiento que nuevamente pone en riesgo la vida de todo el pueblo, los amalecitas aparecen en escena para completar el cuadro de disputa y querella de Israel contra Moisés; justo cuando todo volvía a la calma y a la normalidad, Amalec atacó a los hebreos, o lo que es lo mismo, si no murieron de sed, seguro morirán a espada y parece que la muerte camina de la mano con el pueblo recién salido del país de las pirámides. Sin embargo, el texto se mueve en otro sentido, pues quiere mostrar la pedagogía divina que enseñará la unidad y la solidaridad a los israelitas, al mismo tiempo que descubrirán la cercana presencia del Dios de Abraham que lucha en favor de su pueblo; encontramos estos elementos: 1.- Instrucciones, elegir, o sea, replicar lo que Dios ha hecho con los descendientes de Abraham, para comprender la gratuidad y la grandeza de este don; 2.- El monte, es el lugar donde la divinidad habita o se manifiesta (cfr. Ex 3,20); 3.- La oración -por ser relación con Dios- ciertamente es personal, pero al mismo tiempo es comunitaria y permanente, pues sólamente así vendrá la bendición de Dios y la victoria sobre el enemigo. *II.- HARÁ JUSTICIA (Lc 18,1-8).* San Lucas ha cerrado el cap. 17 con los temas de la “venida del Reino de Dios” y con el de “El día del Hijo del hombre” y el gozo que le seguirá. En seguida abre el cap. 18 con la catequesis de la necesidad de la oración continua, permanente e insistente a partir de una parábola que presenta a dos personajes tan disímbolos entre sí pero cuyas actitudes reflejan, aunque sea pálidamente, la actitud de Dios y la que debe caracterizar al discípulo; encontramos a un juez que, independientemente de su calidad moral, termina por administrar justicia, cumple con su competencia; por otro lado, tenemos a una viuda que acudía al juez con frecuencia, con la misma petición, ni cambiaba su petición ni dejaba de acudir al juez, sino que siempre se condujo con la certeza de que sería escuchada y atendida y que saber el cuándo, no era estrictamente necesario. Terminada la catequesis, viene enseguida la aplicación: en oposición a la actitud del juez se plantea la imagen de un Dios que es compasivo, misericordioso (Ex 34,6-7), que ve, escucha y conoce la situación de su pueblo y que actúa sin tardanza para liberarlo (Ex 3,7-10). Al tocar el turno a la viuda, ésta es sustituida por otro personaje, “sus elegidos” (Ex 19,5-6; 1P 2,9; Ap 5,10); el personaje del Antiguo Testamento, que es destinatario de la predilección de Yahvé y por ello también debe serlo de todos sus fieles, se diluye para dar paso a este nuevo status de los bautizados, la elección en Cristo, que es un tema recurrente en San Pablo (Ef 1,4-5) y en San Juan (17,24), así como también la actitud de dirigirse a Dios día y noche; Yahvé es un Dios cercano a su pueblo y no hace esperar a quienes claman a Él. *III.- CON TODA PACIENCIA Y SABIDURÍA (2Tm 3,14-4,2).* En el cap. 3 de la presente epístola, san Pablo comienza previniendo a Timoteo sobre los momentos difíciles que sobrevendrán a la Iglesia en los últimos días, a lo que contrapone la actitud virtuosa y la fidelidad de su discípulo. De aquí brota esta exhortación/recordatorio: las Sagradas Escrituras son inspiradas por Dios y, en consecuencia, tienen autoridad a la que el hombre debe someter su voluntad para ser perfecto y estar preparado para toda obra buena. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*