Porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14), porque hoy es la noche en la que contemplamos el Misterio que ya está entre nosotros, porque es el Emmanuel, el Dios con nosotros (Is 7,14) el que vive, vibra, siente y ama con nosotros. ¡Oh, santa noche! La divinidad se ha hecho hombre, ha asumido lo humano para llenarlo de lo divino. En el Pesebre, junto a su Madre y envuelto en depañales le podemos encontrar (cfr. Lc 2,12), ahí nos espera para escuchar de nuestros labios “Jesús Niño, te amo”. Los ángeles cantan su gloria para anunciarlo y, nosotros, digamos unos a otros: “vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” (cfr. Lc2,15). Sí vayamos a postrarnos a la presencia de Jesús Niño para que transforme nuestros corazones y, con ello, nuestra vida; su presencia tendrá sentido sólo si dejamos atrás el pecado, si nos dejamos tocar por la gracia. Es tiempo de gozo y de paz, de alegría y perdón, de enderezar lo torcido, de rebajar las colinas, de rellenar los valles y de aplanar lo tortuoso (cfr. Is 40,4), para que por esa calzada transite victorioso nuestro Dios con todos los redimidos. “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; alegrémonos y gocemos por la salvación que nos trae” (cfr. Is 25,9). Que esta Navidad, el nacimiento de Cristo el Señor, te llene de bendiciones, te llene de armonía a ti y a toda tu familia. Feliz Navidad a todos, ha nacido nuestro salvador y comenzamos una nueva oportunidad para responder al Señor. Muchas felicidades. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*