*XXII ORDINARIO/A. I.- MÁS FUERTE QUE YO (Jer 20,7-9).* Jeremías es el profeta que ha sido llamado por Yahvé, consagrado y constituido profeta de las naciones (1,5), recibe del Señor sus palabras y le da autoridad sobre las gentes y los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar (1,9-10), pero además, sus primeras visiones son de destrucción. Y como podemos ver en el texto de hoy no fue nada fácil para el profeta anunciar a gritos violencia y destrucción, convirtiéndose en objeto de oprobio y de burla. Debido a esto comienza una crisis muy seria para él que lo lleva a rebelarse internamente y decide ya no pronunciar las palabras del Señor, a ya no hablar en su nombre, pero justo cuando decide ignorar, callar y guardar silencio, sucede algo sorprendente. En ese silencio encuentra la esencia, por así decirlo, de su Dios: Yahvé es el Dios de la misericordia que quiere salvar a su pueblo y lo ha elegido a él como instrumento y cae de rodillas para decir que el Señor lo sedujo porque es más fuerte y que en su interior había un fuego incontenible que lo empujaba a proclamar las palabras de Yahvé. *II.- EL QUE QUIERA VENIR CONMIGO (Mt 16,21-27).* Después de la profesión de fe y primado de Pedro, Jesús hace el primer anuncio de su pasión: tenía que padecer mucho, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día y es de notarse la actitud de Pedro. Tenemos que decir que el sufrimiento está incrustado en la realidad humana, en ocasiones es dolor físico y en otras es dolor moral. Jesú no adopta una actitud victimista, su dolor es solidario, abierto a los demás, fecundo, más bien está atento a las quejas y lágrimas de los demás. Jesús no ha conocido el dolor producto de la envidia, resentimiento, el apego agoísta a las cosas o a las personas y es ese sufrimiento que hemos de eliminar de nuestras vidas si queremos seguir a Jesús, pues lo que agrada a Dios no es el sufrimiento, sino la actitud con la que asumimos el sufrimiento en seguimiento fiel a Cristo. Él se compromete con todas sus fuerzas para hacer desapaprecer en el mundo el sufrimiento y el que quiera seguirle no podrá ignorar a los que sufren. Jesús se encuentra con el sufrimiento provocado por quienes se oponen a su misión y lo asume en actitud de fidelidad total al Padre y de servicio incondicional a los hombres. Llama a sus discípulos a que le sigan fielmente y se pongan al servicio de un mundo más humano: el Reino de Dios. La cruz es el sufrimiento que nos llegará como consecuencia de ese seguimiento y el “negarse a sí mismo” es ya no vivir para nosotros mismos, es olvidarse del propio “ego” para construir la existencia sobre Jesucristo; liberarnos de nosotros mismos para adherirnos radicalmente a Él y recordemos que no vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de esperanza final, todo el que pierda su vida por el Señor, la encontrará. *III.- SE OFREZCAN (Rm 12,1-2).* San Pablo pone en el centro de la vida del bautizado el culto espiritual por medio del cual se ofrece como ofrenda viva, santa y agradable a Dios y, en consecuencia, aprende a distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*