*XI ORDINARIO/A. I.- MI ALIANZA (Ex 19,1-6).* El texto comienza situándonos en el tiempo, justo al cumplirse los tres meses de la salida de Egipto, ese mismo día, Israel llegó al desierto del Sinaí y acampó frente al monte. Venían de grandes experiencias y aprendizajes; en Refidin no encontraron agua y es el lugar en el que se rebelaron ante la duda ¿está o no, Dios con nosotros? Moisés llamó a ese lugar Masá y Meribá a causa de la disputa del pueblo y por haber tentado a Dios. También en Refidin tiene lugar el ataque de Amalec, batalla que Israel gana por intervención divina (Ex 17). En el capítulo 18 tiene lugar la visita de Jetró, suegro de Moisés, quien le enseña una nueva estructura para gobernar y atender organizadamente al pueblo. Ahora, acampados frente al monte, es momento de hacer memoria, de recapitular sobre su pasado y comprender los diversos modos de la presencia de Yahvé que nunca abandona a su pueblo. Destacamos algunas acciones: 1.- Subir. Moisés subió al monte y recordemos que en el Antiguo Testamento, el monte es el lugar donde mora la divinidad y donde se manifiesta (1Re 19,9-16), sería un modo de indicar la comunión de Dios con el hombre y el anticipo de la nueva identidad del pueblo. 2.- Llamar. El llamado indica siempre una vocación, una encomienda, una misión (Ex 3). 3.- Instrucciones. Se trata de ayudar al pueblo para afianzarse a su nueva realidad, ya no es esclavo, es libre y Yahvé es el Dios de la libertad y hará alianza con hombres libres. 4.- Escuchar y Guardar. Se trata de dos acciones íntimamente relacionadas, que traerán como consecuencia, la nueva identidad de Israel: reino de sacerdotes y nación santa que pertenece solamente a Yahvé (cfr. Ap 5,9-10). *II.- LES DIO PODER (Mt 9,36-10,8).* Lo anunciado en el libro del Éxodo, encuentra su cumplimiento y plenitud en Jesucristo. Así lo enseña san Mateo cuando destaca la mirada de Jesús; no se trata simplemente de una mirada “panorámica”, sino de una mirada que llega a la realidad del hombre y actúa para remediar dicha situación trágica, poniendo en primer lugar la oración como seria y principal responsabilidad de la comunidad, pidiendo Pastores que atiendan y dirijan el rebaño. En un segundo momento, involucra a algunos miembros de la misma comunidad para sanar las heridas del rebaño. Para esto los llama, les da poder y los envía. a) Poder para expulsar a los espíritus impuros, indicando de este modo, que satanás y reino han sido vencidos, ya no tienen poder (cfr. Lc 10,18-19; Ap 12,7-9). b) Curar. En tiempos de Jesús, la enfermedad era considerada como consecuencia del pecado (Jn 9,2), con lo que la persona se convertía en impura, es decir, pecadora. La enfermedad pasaba a segundo término y sólo importaba su condición de pecadora. El anuncio de la salvación, por tanto, consistía en anunciar la llegada del Reino de los cielos con los signos de curación o liberación del pecadi, resucitar, porque Dios es el Señor de la vida y, finalmente, la expulsión de los demonios, que ya no tienen poder. Y el sello que da autenticidad al anuncio, es la gratuidad, tal como es el amor de Dios *. III.- LA PRUEBA DEL AMOR (Rm 5,6-11).* Para entender a san Pablo (hasta donde nuestra fragilidad lo permite), es necesario tomar en cuenta lo que nos dice en el versículo 5 “… el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. Sólo así podemos entender el amor de Dios, cuya prueba es que, siendo incapaces de salir del pecado y estando aún en el pecado, Cristo murió por nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y nos gloriamos en Dios, porque por medio de Jesucristo, hemos recibido la reconciliación. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*