III ADVIENTO/B. I.- PARA SIEMPRE (2Sam 7,1-5.8-12.14.16).* El desarrollo de la historia de la salvación nos lleva ahora al momento en el que el arca de Dios ha sido trasladada a Jerusalén, ciudad recién conquistada por David a los jebuseos, acontecimiento con el que inicia una nueva etapa en la vida del pueblo. Cuando todo es paz, cuando Israel ha extendido sus fronteras, cuando al rey le va bien, cae en la cuenta de algo importante: Yahvé, el Dios de Israel, no tiene templo; mientras que el rey vive en un palacio, el arca habita en una tienda de lona. Ante esta situación el rey decide construirle una casa (el templo) al Señor y así se lo comunica al profeta Natán quien aprueba el proyecto, porque el Señor está con el rey; sin embargo, sucede lo contrario pues Dios manda decirle a David que él no le construirá la casa a Yahvé, sino que Dios mismo construirá una casa (dinastía) a David, misma que permanecerá para siempre ante el Señor, porque Dios lo eligió para que fuera jefe del pueblo escogido por Dios y que empezará a gozar de paz y tranquilidad. *II.- EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO (Lc 1,26-38).* San Lucas, tomando elementos del género literario de “anunciación” en el Antiguo Testamento, presenta el encuentro de Gabriel y la joven nazarena, al ser enviado por Dios a una virgen desposada con José; el ángel va a decir lo que el Creador quiere decir a su criatura. Con el saludo comienza por invitarla a vivir la alegría y el gozo de los tiempos mesiánicos; María es la llena de gracia, porque el Señor está con ella, es la que ha hallado gracia ante Dios y ha sido elegida para ser la Madre del Hijo del Altísimo. Ante tal anuncio, María expresa una duda al respecto y, aclarada dicha duda, expresa su voluntad de colaborar en la obra de la redención de la humanidad con el fiat que expresa; ha comprendido que para Dios no hay nada imposible (cfr. Gn 18, 14) y, por lo tanto, puede actuar en ella a través del Espíritu Santo; ahora que ya no tiene duda alguna enuncia el “Sí” que hizo posible la Encarnación del Mesías, por medio de ella, Dios llega a nosotros para reinar para siempre. *III.- A AQUEL (Rm 16,25-27).* La conclusión de la epístola a los romanos, es una doxología, es decir, una fórmula de alabanza a la divinidad, particularmente a la Santísima Trinidad. San Pablo nos invita a darle gloria al Padre, por medio de Jesucristo, por su obra salvadora: la revelación del misterio de la salvación por la muerte de Cristo en la cruz y el llamado a los gentiles a la vida de la gracia; por esto, démosle gloria para siempre. Amén. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*