*III ADVIENTO/B. I.- HARÁ BROTAR (Is 61,1-2.10-11).* Este tercer domingo de Adviento nos invita a vivir con júbilo y alegría al contemplar la obra de salvación del Señor que nos hace pasar de la luz a las tineblas, puesto que se revela como el Dios que salva a su pueblo. Como telón de fondo tenemos la misión del profeta quien, en el capítulo 6,9, habiendo sido ya purificado, es enviado a manifestar la salvación del Señor y comienza por hablar de dos acciones divinas: la unción y el envío. La primera indica la elección que Dios ha hecho de su ungido y la pertenencia del profeta, el Señor lo ha elegido y, en consecuencia, le pertenece; la segunda acción indica la tarea que se le ha confiado, a él le corresponde encarnar y hacer visible la salvación mediante diversas acciones concretas hacia los grupos más frágiles y vulnerables de la comunidad, con lo cual, estará proclamando el año de gracia del Señor. *II.- ENVIADO POR DIOS (Jn 1,6-8.19-28).* Después de haber presentado al Verbo, de naturaleza divina y eterno como el Padre, el evangelista pasa al testimonio de Juan el Bautista, quien confirma lo dicho con anterioridad, aparece como testigo de la luz para que todos creyeran por medio de él. Emerge una pregunta fundamental ¿quién eres tú?; podríamos iniciar la respuesta con la cita que hace de Isaías: “Yo soy la voz que clama en el desierto”, porque para hacer esto, no se requiere usurpar nombres ni funciones, basta con ser honesto con uno mismo para ser fiel a la misión o encomienda recibida; se trata de asumir responsablemente la tarea de preparar, de rebajar, de rellenar, de aplanar, de enderezar, de hacer que el pueblo se ponga en marcha para salir al encuentro del Señor que viene. Por otro lado, es siempre sano distinguir entre lo que a mí me corresponde y lo que corresponde a otro, Juan no es el Mesías, no es Elías, como tampoco es el profeta de Dt 18,18, a él solamente le toca preparar al pueblo, como Josué al otro lado del Jordán para entrar a la Tierra Prometida (cfr. Jos 3), porque detrás de él viene uno, que ya está en medio de su pueblo, que es anterior a Juan y bautizará con el Espíritu Santo. *III.- NO IMPIDAN (1Tes 5,16-24).* El texto que hoy nos presenta san Pablo, forma parte del segmento que considera las exigencias de la vida de comunidad; es un hecho que ya hemos sido salvados, pero también es cierto que esta salvación no la vivimos en solitario, sino que hemos sido llamados a vivirla en comunidad, fuimos llamados a la Iglesia. Sabemos, ciertamente que en ella habemos de todos los colores y sabores y que no siempre es fácil permanecer fieles a la vida de la gracia y, por esta razón, san Pablo nos invita a asumir actitudes concretas; la vida de oración, vivir alegres y en continua acción de gracias, aprender a descubrir en las Sagradas Escrituras lo que Dios quiere de nosotros y vivir dóciles al Espíritu Santo. Sólo así evitaremos el mal para que el Señor nos conserve irreprochables hasta el día de su llegada. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*