*XXIII ORDINARIO/A. I.- HABRÁS SALVADO TU VIDA (Ez 33,7-9).* El texto hoy proclamado se sitúa en la época de la invasión de Palestina por Nabucodonosor y presenta a Ezequiel como el centinela de Yahvé, con una misión específica: ayudar al pueblo a descubrir que, salvar la vida o no, es responsabilidad personal (cfr. Ez 3,16-21). Hacer el bien o el mal es elección de cada individuo y, aunque parezca irónico, no siempre se tiene claro si se está en el camino correcto o no, especialmente cuando se ha perdido toda referencia. Aquí es donde entra la ardua tarea del profeta, porque ha de comenzar por ayudar a tomar conciencia a cada uno para saber de qué lado están y advertirles las consecuencias tanto del bien como del mal y cómo cada quien debe elegir; Dios quiere salvar a todos, pero el malvado debe dejar el mal camino y el justo no debe abandonar la justicia y Ezequiel es quien debe mover a todos para salvar sus vidas. *II.- YO EN MEDIO DE ELLOS (Mt 18,15-20).* El presente discurso encuentra su origen en la pregunta hecha por los discípulos, después del segundo anuncio de la Pasión: “¿quién es, pues, el mayor en el Reino de los cielos?” y Jesús hace un recorrido catequético para llegar a lo único verdaderamente importante: “Yo estoy en medio de ellos”. Cuando tomamos conciencia de esta realidad comprendemos que somos una comunidad que seguimos al mismo Maestro y vivimos la misma vida que de Él hemos recibido. Pero también somos frágiles y podríamos apartarnos del bien y, como lo hizo Ezequiel, ahora corresponde a los bautizados de este tiempo, ayudar al hermano que ha pecado, a volver al camino que el Señor nos ha enseñado y entender que todos debemos alejarnos de lo impuro, de lo que no le agrada al Señor, a título personal y también a título comunitario. Somos una comunidad reunida en el Nombre del Señor y, por tanto, con poder para atar y desatar (cfr. Mt 16,19; Jn 20,23) si pedimos al Padre en el Nombre del Hijo (cfr. Jn 15,7.16). Ya lo dijo y lo repite, Él está con nosotro y en medio de nosotros, que en términos paulinos sería así: somos campo de Dios, edificación de Dios (1Cor 3,9). *III.- CONSISTE EN AMAR (Rm 13,8-10).* En el contexto de la respuesta de los creyentes ante el mundo, san Pablo ha hablado del culto espiritual y de la relación con las autoridades civiles, entendida ésta como autoridad que procede de Dios. Y ahora pone el amor como plenitud de la ley; porque lo que debe distinguir a los discípulos es la capacidad de amar, incluso al enemigo, porque el concepto “prójimo” ya no se reduce al hermano de raza como en Lv 19,18, sino que ahora se entiende “a todo hombre” y, amar, consiste en hacer el bien, hasta lograr la unidad. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*