*LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR/B. I.- DEL REINO DE DIOS (Hch 1,1-11).* Los discípulos pasan por una experiencia de fe que da un nuevo horizonte a la comunidad; cuando fueron llamados por Jesús, Él les fue enseñando y explicando cosas en privado que les permitieron conocerlo, seguirlo y comprometerse con el proyecto mesiánico, pero en ese entonces se trataba, por decirlo de algún modo, de su relación con el Jesús histórico. El texto de hoy, en cambio, muestra su relación con el Resucitado que les habla del Reino de Dios desde la perspectiva de la resurrección, núcleo de la predicación apostólica. Anque aún encontramos cierta confusión cuando se le pregunta por la restauración del reino de Israel, aquel que alcanzó su máximo esplendor con David y Salomón. El Señor ha marcado claramente la diferencia: en el Reino de Dios serán bautizados con el Espíritu Santo, quien los llenará de fortaleza y los convertirá en testigos del Señor resucitado, sólo hay que obedecer las instrucciones recibidas y poner manos a la obra, recordando que cuando miramos al cielo, no lo hacemos con nostalgia, sino con esperanza y con la certeza de que volverá. *II.- SENTADO A LA DERECHA DE DIOS (Mc 16,15-20).* La conclusión del Evangelio según san Marcos, muestra el arranque de la misión, el envío que Jesús hace a los Once. Como podemos ver el verbo “ir” está en modo imperativo, es decir, la misión no es opcional, sino un mandato del Resucitado a los discípulos: predicar el Evangelio a toda creatura, se trata de suscitar la fe en Cristo para bautizarse y alcanzar la salvación. La predicación incluye que el Señor ha vuelto a la gloria del Padre y que está sentado a la derecha de Dios y desde ahí actuaba en ellos y confirmaba la predicación con muchos signos o milagros. *III.- LA PLENITUD DE CRISTO (Flp 4,1-13).* Este capítulo cuatro lo inicia san Pablo con una exhortación: llevar una vida digna del llamado que hemos recibido; fuimos llamados a la santidad y hay que ejercitarla en la vida ordinaria. El apóstol de los gentiles, nos da unos tips para facilitarnos el ejercicio de la santidad: ser “humildes”, es decir, vivir de acuerdo con la verdad (santa Teresa de Jesús) y ser “amables”, es decir, tener las cualidades necesarias para ser amados por los demás; ser “compasivos” recordando que para comprender hay que conocer y, finalmente, soportarnos por amor, con el Amor que Dios puso en nuestros corazones (cfr. 1Co 13,4-7); y concluye señalándonos la necesidad de la unidad para alcanzar la plenitud de Cristo. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*