*XI ORDINARIO/B. I.- ECHARÁ RAMAS, DARÁ FRUTO (Ez 17,22-24).* El profeta Ezequiel se mueve en el contexto histórico que fluctúa entre la primera y segunda invasión caldea a Jerusalén (cfr. 2Re 24 y 25); Nabucodonosor, al deportar al rey Jeconías, designa a Sedecías, tío de éste, como rey de Judá, luego de haber llegado a un pacto. Pero, lamentablemente, Sedecías busca hacer alianza con Egipto para deshacerse del rey de Babilonia, cosa que provoca la segunda invasión, el saqueo de la ciudad y la segunda deportación. El oráculo de hoy se dirige a “la casa rebelde” que no supo entender la salvación que el Señor realiza en favor de su pueblo y pone su confianza en un reino que no era capaz de salvarlo y, por esta razón, Yahvé anuncia la vida que dará a su pueblo. A partir de una rama muy pequeña (el resto fiel) y, por ende, frágil y débil, hará surgir un cedro magnífico, grande, que servirá para cuidar y abrigar, estará al servicio de otros que podrán beneficiarse de la salvación; de lo pequeño Dios hará algo grande, para bien de muchos. *II.- LO QUE ELLOS PODÍAN ENTENDER (Mc 4,26-34).* Las enseñanzas junto al lago de Galilea continúan presentando el misterio del Reino como una realidad ya presente en medio del pueblo y que va desarrollando la obra de Dios en cada persona que abre su corazón a la acción divina. Las parábolas iluminan para ayudar a comprender y para dar una respuesta a la propuesta de Jesús: la tierra que recibe la semilla aporta agua y nutrientes, pero la acción de germinar lo realiza la semilla, ella tiene todo lo necesario, tan sólo necesita el lugar adecuado para manifestar la vida que ella contiene; germinar, crecer y dar fruto y esto no depende del sembrador ni de la tierra, sólo hay que colaborar aportando lo necesario para su eficacia. También enseña que esta obra, además de silenciosa, comienza como algo pequeño, casi imperceptible, pero que crece, se hace mayor para estar al servicio de otros, facilita la vida y la protección de otros, es para el bien de otros y por eso no puede encerrarse en sí misma, es algo que, por su naturaleza, es para servir. *III.- ANTE EL TRIBUNAL DE CRISTO (2Co 5,6-10).* San Pablo ha afirmado que Dios nos ha dado el Espíritu como prenda de nuestra salvación y que nos ha preparado una morada eterna. Por esto ahora enseña que, aunque nuestro cuerpo es mortal, nosotros caminamos en fe animados por la esperanza de la vida eterna y buscamos agradar a Dios, porque sabemos que al final, todos nos presentaremos ante el tribunal de Cristo para ser juzgados conforme a lo que hayamos hecho, el bien o el mal. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*