DOMINGO DE PENTECOSTÉS/A. I.- EN SU PROPIO IDIOMA (Hch 2,1-11).* La Liturgia de la Palabra hoy proclamada -y que precede a la Liturgia Eucarística- nos sitúa, con el texto recién proclamado, ante el Misterio del Dios que se revela gradualmente para introducirnos -hasta donde nuestra naturaleza nos permite comprenderlo- al núcleo de este Dios Amor; partimos de la exhortación de 1Jn 4,1, de la necesidad de discernir los espíritus, puesto que no todos son de Dios y precisamente distinguimos la siguiente estructura: 1.- *Reunir* . Este verbo abre el c. 2 del libro de los Hechos, indicando que la situación suscitada en el huerto de Getsemaní, ha concluido; los que se habían dispersado o separado tras el arresto, nuevamente se han unido (Mt 26,36; Mc 14,50-51) y que la hora de los dirigentes religiosos y el poder de las tinieblas, ha terminado (cfr. Lc 22,53); comienza una nueva “hora” con la obertura de la unidad, pedida por el Señor para sus discípulos (cfr. Jn 17). 2.- *Resonar* , es decir, que un sonido se prolonga o amplifica por repercusiones repetidas y aquí, lo que resuena es un ruido (vv. 2.6), un sonido que aturde, que es confuso, sin ritmo ni armonía, algo que no dice nada exactamente, pero que tiene la capacidad de llamar la atención, de poner en estado de alerta, al punto que congrega a una multitud que será testigo del poder de Dios. 3.- *Hablar* (vv. 4.6-8.11), acción que consiste en articular sonidos y palabras (una persona) para expresarse o comunicarse, lo que nos pone de cara a Gn 1,1-3, cuando sobre la confusión y el caos reinantes, el Espíritu de Dios aleteaba e inmediatamente Yahvé pronuncia la Palabra para crear el cielo y la tierra. Ahora los discípulos han pasado del simple ruido a la acción de hablar, de comunicarse con los presentes en su mismo idioma y proclamar en una nueva lengua las maravillas de Dios. *II.- RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO (Jn 20,19-23).* La escena en la que nos introduce san Juan, es totalmente Pneumática (del Griego Pneuma, espíritu), es el momento en el que se han superado los miedos, temores, la confusión, cuando han dado el siguiente paso por medio de un soplo divino que proviene del Resucitado, de tal manera, que han pasado a la paz, a esa disposición interior necesaria para encontrarse con el Misterio que se ha hecho presente en medio de ellos, para contemplar la gloria en la cual ya participa la humanidad entera, para comprender la nueva dimensión a la que han sido trasladados; han recibido la paz como el primer don del Resucitado. Esta experiencia suscita una nueva actitud interior, la alegría de saberse amado gratuitamente, de saber que el Señor es un Dios cercano y que así como Él ha sido enviado por el Padre, así también envía a los discípulos para ser testigos del amor y de la gracia, de la vida nueva que brota de Jesús glorificado; son enviados para hacer presente el Reino de Dios, en ocasiones en la soledad, la incomprensión y aún en la persecución; para mostrar que es un Dios fiel, siempre junto a su pueblo, sin forzar, sino derramando suavemente su amor, aunque en ese momento no lo percibamos, pero ahí está, junto a cada uno de nosotros, compartiendo y purificando nuestra historia personal y comunitaria. Con la recepción del Espíritu Santo, los discípulos también han recibido el poder para perdonar los pecados; algo hasta entonces exclusivo de Dios (cfr. Mc 2,7) es transmitido ahora a los discípulos (cfr. Mt 16,19) con lo cual se plantea un nuevo reto a la persona humana: renunciar a apoyarse en sus seguridades, criterios, esquemas, etc. y ponerse totalmente en las manos del Señor (cfr. Mt 8,5-13) para que sane todas nuestras heridas y nos renueve mediante el sacramento de la Reconciliación; recibir el Espíritu Santo, pues, es convertirse en embajadores de Cristo para reconciliar al mundo con Él, es actuar en su nombre y con su poder, “in Persona Christi” (cfr. 2Co 5,20-6,2), para decir con parresía que el Reino de Dios está ya entre nosotros. *III.- EL ESPÍRITU ES EL MISMO (1Co 12,3-7.12-13).* Provenientes del paganismo, los cristianos de Corinto distinguen ahora entre los ídolos y la acción del Espíritu Santo recibido; en consecuencia, el punto central es el Señorío de Jesús (Flp 2,11), que se reconoce y proclama sólo bajo la acción del Espíritu Santo. No se trata entonces de sucumbir a la tentación de la espectacularidad de los ritos paganos, sino de costruir la comunidad mediante la silenciosa obediencia al Espíritu, en el efectivo ejercicio de la fe recibida; la unidad y la comunión trinitaria, son el fundamento y el modelo a seguir en la práctica y desempeño de los dones, dentro y fuera de la vida comunitaria. *ACTIVIDAD* : 1.- ¿Cuál es el idioma que utilizas para hablar de las maravillas de Dios?; 2.- ¿Cuál es el mayor perdón que Dios te ha dado y cómo lo agradeces?; 3.- ¿Cómo buscas el bien común?. *MEMORIZA* : “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22b). *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*