*XXXIII ORDINARIO/A. I.- QUE TEME AL SEÑOR (Pr 31,10-13.19-20.30-31).* La conclusión del libro de los Proverbios aborda un tema inusual para su época; el texto describe a una mujer que desempeña labores, funciones y responsabilidades que eran propios del jefe de familia. El tema central no es quién lo realiza, sino el modo como lo ejerce, es decir, lo importante es ser conscientes de lo que el Señor nos ha dado y ejercerlo, no sólo para beneficio personal sino, sobre todo, para el bien de los demás, como la mujer hacendosa que actúa pensando en su familia. Todas sus habilidades y capacidades están en función de su familia, las ejercita para hacer el bien y en todo hace el bien, pero lo que más ha de alabarse es que teme al Señor, vive conforme a los Mandamientos, guarda la Alianza y ama a su familia. *II.- ENTRA A TOMAR PARTE (Mt 25,14-30).* La parábola que hoy escuchamos presenta a un hombre propietario y a tres servidores suyos destacando el adjetivo que los califica, “de confianza”. Como sabemos, la confianza es la esperanza firme de que algo suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en que otra persona actúe como ella desea. El propietario, que iba a salir de viaje, realiza una acción muy importante: encargó sus bienes a servidores de confianza que, en otros términos, sería poner lo que es suyo, lo que le pertenece, en manos ajenas y lo hace por el solo hecho de que les tenía confianza. El punto aquí, como hemos visto, es que les entregó cantidades diferentes, según la capacidad de cada uno; por tanto, no se trata de cuánto me dió, sino cómo voy a administrar lo que se me ha confiado, porque tarde o temprano hemos de entregar cuentas, informar lo que hicimos y sus resultados. Hay dos posibilidades: la primera es “entrar a tomar parte en la alegría del Señor” y entonces se te confiarán cosas de mucho valor y, la otra, es que te quiten lo que se te había confiado y te echen fuera, a las tinieblas. La decisióm está en tus manos. *III.- HIJOS DE LA LUZ (1Tes 5,1-6).* San Pablo insiste en el estilo de vida de la comunidad creyente y su actitud ante la venida del Señor. Todos sabemos que en virtud de nuestro bautismo somo hijos de la luz, vivimos vigilantes y sobriamente para entregar al Señor el resultado de de la gestión de los carismas y dones que Él nos confió para edificar la Iglesia. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*