*XXV ORDINARIO/C. I.- BUSCAN AL POBRE (Am 8,4-7).* Nuestro profeta de hoy nos sitúa en el Reino del norte (Israel), en la época de prosperidad y abundancia sin igual; de cara a la explotación de los estratos sociales más vulnerables y necesitados, se yergue de manera imponente la élite social con sus excesos desmedidos e injustificados. El texto en cuestión forma parte de la tercera parte del libro (cc. 7,1-9,10), llamado “de las visiones”, concretamente dentro de la cuarta visión, la canasta de fruta madura y en la que se lanza contra los defraudadores y explotadores. Comienza con una invitación a poner atención a la palabra de Yahvé que sale en defensa de los pobres, son palabras que denuncian una actitud: buscan al pobre para pisotearlo y quieren suprimir al humilde de la faz de la tierra (v. 4), ignorando con esto lo prescrito por Lv 19,9-10.13-28; se condena, por tanto, toda actitud que atente contra la dignidad del prójimo, del hermano; el novilunio (Lv 23,24-25), prescribe el descanso y reunión sagrada; el shabat (Ex 20,8) debe ser santificado y, en consecuencia, también es día de descanso semanal consagrado a Yahvé. Y paradójicamente la ley empieza a ser una carga incómoda ante la serie de injusticias contra el prójimo, acciones que estarán siempre en presencia del Señor, orgullo y gloria de Israel. *II.- LO QUE SÍ ES DE USTEDES (Lc 16,1-13).* Después de habernos ayudado a contemplar y vivir la misericordia de Dios, san Lucas nos invita ahora a considerar sobre la responsabilidad que todos tenemos ante la gracia que Dios nos ha otorgado a partir de nuestro bautismo; ya el Sal 24 (23),1 afirma “De Yahvé es la tierra y cuanto la llena” con lo que nos recuerda que Dios es el dueño y nosotros solamente somos administradores. La primera catequesis de hoy se mueve en esa línea, nos recuerda que todo lo hemos recibido de Dios y que, al final, irremediablemente, hemos de entregar cuentas de nuestra administración, misma que puede estar impregnada de nuestra maldad, que nos hace pensar sólamente en las cosas y realidades presentes y que nos hacen olvidar las realidades eternas. Tal es el caso del administrador de la parábola hoy escuchada, que actúa con astucia para modificar la contabilidad buscando que, al final, alguien lo hospede, pero no piensa en reparar el daño ni en las consecuencias de sus acciones; seguir con las mentiras y la falsedad, no ayuda a crecer a la persona, sino que la destruye, aunque ésta piense que ha resuelto su vida. La segunda catequesis nos enseña el correcto uso de los bienes materiales, los cuales son solamente medios para alcanzar nuestro fin que es la vida eterna; no es que Dios esté peleado con los ricos y las riquezas materiales, no, lo que hay que entender es la finalidad del hombre, fuimos creados para la gloria (cfr. Rm 8,18-27) y el camino seguro lo constituyen las obras de misericordia, según nos enseña Mt 25,35-40, pues el Señor ocupa el lugar del pobre, del que sufre, del desvalido y ellos son los que sí podrán recibirnos en el cielo. Solamente si servimos al Señor en los pobres, se nos confiará lo que sí es nuestro, la vida eterna. *III.- QUE TODOS LOS HOMBRES SE SALVEN (1Tm 2,1-8).* En el contexto de la oración litúrgica, san Pablo nos enseña la finalidad de la misma: llevar una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Para que esto se logre hemos de comenzar por la oración por todos los hombres, incluyendo a nuestras autoridades ya que con esto hacemos todo lo que es bueno y agradable a Dios. Por otro lado, no sólamente conocemos la voluntad de Dios -que todos los hombres se salven-, sino que también colaboramos a que lleguen al conocimiento pleno de la verdad: hay un sólo Dios, un sólo mediador, Jesucristo, que se encarnó en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo (cfr. Mt 1,18-25; Lc 1,26-38) y se entregó por nuestros pecados. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*