*XVI ORDINARIO /C. I.- VOLVERÉ SIN FALTA (Gn 18,1-10).* Después de la alianza del Señor con Abram -que incluye la promesa de la descendencia, de la tierra y el cambio de nombre- y que llevará como signo la circuncisión (c. 17), ahora el Señor se le aparece a Abraham en forma de una visita de tres personajes “desconocidos” en los que el patriarca sabe reconocer al Señor su Dios. La aparición tiene lugar en el encinar de Mambré donde tres hombres, de pie, se presentaron ante él con un mensaje que aparecerá hasta el final, en el v. 10 y que constituye la confirmación de Gn 17,2; Abraham adopta las prácticas de urbanidad propias de su época y que son preludio de las obras de misericordia de Mt 25,35-36: acoge a los forasteros, les ofrece agua para lavarse los pies (cfr. Lc 7,44-46), descanso y también les ofrece alimentos en abundancia, con la certeza de que esa visita no es casualidad, sino que para eso han pasado junto a él. En correspondencia los forasteros, después de preguntar por Sara, anuncian el próximo nacimiento del heredero de Abraham y Sara, dando incluso la fecha exacta “Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo” (v. 10). *II.- LO RECIBIÓ EN SU CASA (Lc 10,38-42).* La parábola del buen samaritano concluyó con la afirmación del doctor de la ley “el prójimo del que cayó en manos de los salteadores es el que practicó la misericordia con él” y con el mandato de Jesús: “vete y haz tú lo mismo”. Ahora san Lucas presenta una catequesis que parte de la experiencia de la hospitalidad y de la comida (pocas cosas) y de ahí pasa a la necesidad de una sola (cfr. Mt 4,4; Dt 8,3), es decir, Yahvé que puede crear todo con su Palabra, da vida a los israelitas con los mandamientos que salen de su boca. A semejanza de Gn 18, en el texto de hoy Jesús, continuando su viaje a Jerusalén, entró en un poblado, lo que indica que antes no estaba ahí y podríamos decir incluso, que había ausencia de Dios y ésta se acaba con la llegada del Señor; una mujer -Marta- lo recibió en su casa, ya no es una presencia “general”, sino que es en extremo localizada, la casa de Marta y María. Enseguida María se sentó a los pies de Jesús, se dispuso para escuchar al Maestro en tanto que Marta se dedicaba con mucho empeño e interés a las labores domésticas; es verdad que todo era importante en la casa, pero Jesús nos enseña a priorizar y a distinguir que no todo lo que nos preocupa sirve o nos ayuda para acercarnos a Dios, una cosa es que nos preocupe y otra es que realmente sea necesaria para nuestra salvación. María distinguió y eligió sólo aquello que podía llenarla de eternidad, la Palabra de Dios que Jesús nos trae. *III.- CRISTO VIVE EN USTEDES (Col 1,24-28).* San Pablo parte de la tesis de que los paganos eran extraños a Dios y enemigos suyos y que con la muerte de Cristo hemos sido reconciliados con Él y nos hace santos e irreprensibles. De este misterio Pablo es servidor y ministro de la Iglesia, para anunciar el gran Misterio: Cristo vive en nosotros, el designio del plan de Dios es llamarnos a la salvación y a la gloria, mediante la unión con Cristo. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*