*DOMINGO DE PENTECOSTÉS/C. I.- RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO (Jn 20,19-23).* En el marco de la segunda aparición, Jesús se presenta a los discípulos para hacerles entrega del primer don del Resucitado, la paz que transforma a los discípulos para hacerlos pasar del “miedo a los judíos”, a la “alegría de ver al Señor”. A continuación viene el envío, acto con el cual Jesús encarga a sus seguidores más cercanos continuar con la misión que el Padre le ha confiado; así como Él fue enviado, así ahora los envía para continuar en la historia la obra de la redención. Ahora viene el momento culminante cuando sopla sobre ellos para entregarles el Espíritu Santo que trae como efecto inmediato el perdón de los pecados, hecho que nos permite volver a la presencia de Dios en calidad de hijos (cfr. Jn 20,17b). *II.- EN SU PROPIO IDIOMA (Hch 2,1-11).* Cuando Jesús murió en la cruz entregó el Espíritu (cfr. Jn 19,30b); en su segunda aparición a los discípulos, después de su Resurrección, comunica el Espíritu Santo y ahora nos encontramos con una experiencia de la Iglesia primitiva, con la efusión del Consolador, el día de Pentecostés. El primer signo de la presencia del Paráclito es la unidad de los discípulos, pues todos estaban reunidos en un mismo lugar, conscientes del don de Dios (Jn 17); permanecieron todos unidos tal y como después lo encontramos en Hch 2,42-47 y 4,32-35; el segundo signo radica en el ruido venido del cielo, con lo cual se indica una acción totalmente divina, el ruido anunciaba la nueva presencia del Señor Resucitado en la Iglesia, su Cuerpo Místico. El tercer efecto consiste en que todos participaron de este don, nadie quedó fuera, sino que todos quedaron llenos del Espíritu Santo; de aquí se deriva una nueva y audaz actitud, pues empezaron a hablar en otros idiomas causando el asombro de todos los extranjeros presentes en Jerusalén y aparecen como testigos de la misericordia del Señor. Ahora bien, a partir de este momento comenzaron todos a hablar de las maravillas de Dios, lo cual supone una experiencia de vida que es común a todos; el Espíritu ha roto las barreras levantadas por la humanidad y abre un nuevo campo a la Iglesia para anunciar el perdón de los pecados y la nueva vida en Cristo nuestro Salvador. *III.- BAUTIZADOS EN UN MISMO ESPÍRITU (1Co 12,3-7.12-13).* La Iglesia vive los tiempos mesiánicos entre múltiples dificultades, en las que va descubriendo la presencia y acompañamiento del Señor; de este modo proclama su fe en la unidad Trinitaria: el Espíritu es el mismo; el Señor Jesús es el mismo y Dios Padre es el mismo. Los carismas son múltiples, pero todos encuentran su unidad y referencia en el Dios Uno y Trino, ya que en virtud del bautismo en el mismo Espíritu, formamos un solo Cuerpo, ya que el Espíritu es factor de unidad y de paz. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*