*III PASCUA/C. I.- PRIMERO HAY QUE OBEDECER A DIOS (Hch 5,27-32.40-41).* Mt 28,19-20 y Mc 16,15-16, contienen las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos: ir y predicar, enseñar, bautizar y hacer discípulos mediante la enseñanza de los mandamientos del Señor, siendo testigos de esto por obra del Espíritu Santo. El pasaje hoy proclamado muestra a unos diligentes apóstoles en pleno ejercicio del mandato misionero, plagado de diversas experiencias que los impulsan a presentarse en el templo todos los días para hablar acerca de esta nueva vida (cfr. Hch 3,1-10). Pero también supuso momentos difíciles y de grandes retos, como las persecusiones y la prohibición de hablar de Jesús (cfr. Hch 4,17-18) e incluso fueron enviados a la cárcel (cfr. Hch 5,17-18) de donde son liberados milagrosamente por el ángel del Señor y quien les ordena ir al templo para comunicar todo lo referente a esta vida (cfr. Hch 5,20-21). Es en este contexto de obediencia a Dios como los encontramos nuevamente ante el Sanedrín en el que se les acusa de haber desobedecido la prohibición, a lo que Pedro (es importante el nombre y el lugar que ocupa en el relato) y los otros apóstoles dejan en claro: la obediencia es, en primer lugar a Dios, pues Él es quien nos ofrece la salvación y la vida en Jesucristo. Dios lo resucitó, lo exaltó y lo ha hecho Jefe y Salvador para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados; con esto se confirma que la obediencia posibilita el don del Espíritu Santo y la alegría de padecer por el nombre de Jesús. *II.- A LA DERECHA DE LA BARCA (Jn 21,1-19).* En el texto del Evangelio, podemos distinguir tres momentos íntimamente relacionados entre sí y son: a).- La pesca. Al parecer los apóstoles han vuelto, en cierto modo, a sus actividades anteriores, se han instalado en lo que “ellos saben hacer”, pero de ahí también los saca el Señor; les muestra que no basta ni la pericia ni el conocimiento, sino que hay que vivir siempre en obediencia, al mismo tiempo que les señala el punto de llegada. b).- La comida. Nuevamente el Maestro ha tomado la delantera, ellos fueron a pescar, pero es el Señor quien les ofrece la comida, pues antes ha entregado su Cuerpo y su Sangre para darnos la vida eterna. Y, c).- Pedro. Parece ser que éste es el momento culminante, cuando Jesús comunica a Pedro la gracia de su misericordia, pues a tres negaciones (Jn 18,27) le corresponden tres solemnes confesiones de amor y la encomienda de cuidar y apacentar el rebaño y la indicación del modo como glorificará al Señor; qué mejor final para todo discípulo, siguiendo los pasos del Maestro. *III.- ADORARON AL QUE VIVE (Ap 5,11-14).* Estamos ante una Liturgia celestial en la que el Cordero, de pie, se ha acercado al trono y ha tomado el libro con los siete sellos; el vidente escucha la voz de una multitud de ángeles y de toda criatura del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar y lo que hay en ellos, cantando alternadamente un cántico al Cordero degollado y victorioso; sólo el Cordero es digno de recibir el poder y la alabanza. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*