*DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR/A. INTRODUCCIÓN:* La liturgia de este domingo hemos de abordarla desde la perspectiva de Mt 21,1-11, en la escena de la entrada mesiánica de Jesús a la ciudad Santa; cuando el Rey mesiánico de Za 9,9, justo y humilde, entra victorioso para proclamar la paz a las naciones. Los habitantes de Jerusalén, salieron a su encuentro con ramos de olivo -como los servidores de Dios de Ap 7,9 (las palmas del triunfo evocan la fiesta alegre de las tiendas de Lv 23,33-34)-, aclamando a viva voz “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!…” y toda la ciudad se conmovió. I.- COMO DISCÍPULO (Is 50,4-7). El c. 50 del profeta Isaías, presenta dos temas antagónicos: la desobediencia contra la obediencia, es como si estuviera anunciando la victoria final sobre el pecado del paraíso, es como la luz del alba que anuncia el cumplimiento de la promesa hecha a Adán y Eva al salir del Jardín del Edén. Los primeros tres versículos abordan el tema del pecado de Israel y su consecuente castigo, el pueblo fue enviado al exilio debido a sus rebeldías (v. 1) y, frente a esto, Yahvé anuncia la salvación y el rescate de los desterrados. A partir del v. 4 comienza la descripción de la salvación anunciada: Dios va a suscitar un siervo que tendrá como notas características la obediencia y el discipulado; será el discípulo que, ante todo, escuchará, oirá las palabras del Señor y una vez que se haya alimentado de la Palabra, entonces tendrá una lengua dócil y experta para decir al cansado palabras de aliento, podrá dar esperanza al abatido. Una certeza le acompaña, “Yahvé habría de ayudarme para que no fuese insultado” (v. 7) y que no quedaría avergonzado; la obediencia al proyecto salvífico de Dios es el motor que empuja y lanza a cumplir la voluntad del Padre hasta sus últimas consecuencias, porque al final, está la victoria. *II.- “VERDADERAMENTE ÉSTE ERA HIJO DE DIOS”. (Mt 26,14-27,66).* En el c. 1 de su Evangelio, san Mateo hace esta afirmación: Jesús es Hijo de David y es hijo de Abrahán y lo confirma mediante una larga genealogía que lo conecta con María y con José; enseguida muestra el origen divino de Jesús revelado a san José en sueños por el ángel del Señor (1,18-25). En 2,1-12, tenemos la escena de los magos de Oriente quienes preguntan por el rey de los judíos a quien han venido a adorar; en la escena final del Bautismo (3,17), el Padre presenta a Jesús como su Hijo amado, en quien se complace y en 4,1-11 encontramos el relato de las tentaciones, con la constante “Si eres Hijo de Dios”; en 8,23-27, Mateo presenta la escena de la tempestad calmada que cierra con la pregunta ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen? El evangelista irá dando respuesta a esta pregunta a lo largo de toda la obra y, así, llegamos al c. 16,13-20, cuando san Pedro -a nombre de todo el grupo- confiesa “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (v. 16) y precisamente contra esta tesis los dirigentes religiosos reaccionarán y se opondrán sistemáticamente (cfr. 21,23), incluso estando Jesús en la cruz (27,43). Hacia el inicio del final, san Mateo subraya la entrega de Jesús (26,26,29), cuando entrega su cuerpo y su sangre en la Eucaristía, con un tinte muy especial y -diríamos- personal “en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos” (26,18). Y ya muy próximos al final, encontramos el desfile de personalidades, pensamientos y actitudes, fruto del pecado: 1.- los que pasaban por ahí lo insultaban y representan a todos aquellos que ven y critican todo desde lejos sin involucrarse, pero que se yerguen como jueces implacables; 2.- los sumos sacerdotes, escribas y ancianos no se quedan atrás y hacen gala del mal que anida en sus corazones y, finalmente, 3.- los salteadores crucificados con Él, teniendo en común estos tres grupos, su acérrima oposición a la verdad: Jesús es el Hijo de Dios. Hasta aquí todo parece un triste final y una derrota para Jesús y su proyecto del Reino de los cielos, el mal parece haber vencido, pero sorpresivamente surge la aclamación de la victoria de la boca del Centurión y demás soldados romanos, son ellos quienes proclaman a Jesucristo como Hijo de Dios (27,54); el pecado y la muerte han sido vencidos en la cruz por la obediencia de Cristo, la serpiente ha sido aplastada (Gn 3,15), el dragón ha sido expulsado (Ap 12,7-11; cfr. Lc 11,18). *III.- SE HIZO OBEDIENTE HASTA MORIR EN LA CRUZ (Flp 2,6-11).* En este himno cristológico, san Pablo muestra dos imágenes sucesivas del Mesías, Hijo de Dios: en los vv. 6-8 aparece un Jesús humillado y paciente que ha pasado de la preexistencia divina (cfr. Jn 1,1-2) a la kénosis (el autodespojo de sí mismo) para tomar condición de siervo que se hizo obediente, hasta morir en la cruz; de los vv. 9-11 surge, en cambio, un Jesús glorificado que, resucitado, vuelve a la gloria del Padre y es proclamado como Señor. *ACTIVIDAD:* 1.- ¿Cómo es tu relación con la Palabra de Dios?; 2.- ¿Cómo participas de la victoria de Cristo?; 3.- ¿Cómo se manifiesta el señorío de Jesús en tu vida? *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez* .