Lo más grave es que entre esos muñecos manipulados están personajes que en su momento fueron satanizados por el Partido del Trabajo.
Algunos ciudadanos aún creen, de buena fe, que la política mexicana está cambiando o, al menos, está a punto de cambiar de manera radical.
Sin embargo, las evidencias apuntan exactamente en el sentido opuesto. Los indicios disponibles en lugares e instituciones clave para la democracia, como lo es el Congreso de la Unión, hablan más de una feroz lucha por el control total, por el poder absoluto y aniquilante que de un ejercicio democrático limpio, sano para el país.
Un ejemplo es la forma en que el partido Movimiento de Regeneración Nacional maniobró de la manera más sucia para obtener una mayoría irrefutable y, así, dar curso sin problemas a todas las decisiones presidenciales, razonables o no, justas o injustas, necesarias o superfluas.
Para lograr que la Cámara de Diputados dejara de ser el contrapeso al poder que la Constitución dispone que sea, Morena tomó “prestados”, como fichas de un juego de mesa, a supuestos militantes de sus partidos afines, principalmente el Partido del Trabajo. Y allanó así el camino a quienes están empeñados en retornar al pasado y a distribuir la pobreza en lugar de fomentar la riqueza.
Hoy, cuando por disposición reglamentaria correspondería a otro partido asumir la presidencia de la Cámara de Diputados, para evitar que ello ocurra y propiciar que el propio PT herede el control morenista, le devuelve a ese partido las fichas; es decir, a los peleles disfrazados de militantes, y lo convierte en tercera fuerza política, con un diputado más que el PRI. ¡Un diputado!
Lo más grave es que entre esos muñecos manipulados están personajes que en su momento fueron satanizados por el Partido del Trabajo. Y sí, en la guerra y en el amor, dice el dicho, todo se vale. Pero entonces queda claro que estamos en medio de una guerra en la que, sin moral alguna, lo que se pretende no es transformar al país democráticamente, sino tener el poder. Como sea.
Los manoseos y los subterfugios legaloides, las llamadas “chicanas”, son sin duda una forma de corrupción, acciones más que lejanas de una política sana como la que se le vendió al electorado como promesa de campaña. Y no, no es extraño. Pero es claro que la supuesta determinación de terminar con prácticas de ese tipo fue un espejito más que en 2018 se cambió por votos.
Si quedaban dudas de lo poco que importan a los diputados morenistas la legalidad, la transparencia, la ética y el bien común, las maniobras en el Congreso se encargaron ya de disiparlas.
Es tiempo de actuar, porque hoy, más que nunca, urge devolver al Congreso de la Unión su carácter de poder independiente, de equilibrio democrático.
Pues sí, pero ¿cómo y quién frenará la regresión y acabará con el servilismo que atenta contra la división de poderes? Pues los ciudadanos, nadie más. Y para ello es necesario pensar desde ya en los comicios de 2021 y prepararse.
Es tiempo de actuar, de prepararse y de tomar la decisión de ejercer el derecho y cumplir la obligación de votar, cuando llegue el momento, para que Morena no sea más el propietario de una cámara de diputados servil e incondicional al Ejecutivo.
Es necesario participar como ciudadanos, de manera que a las cámaras lleguen verdaderos representantes del pueblo y de los estados federados.
Tomar decisiones participativas y, en su momento, votar, para que México camine por el rumbo que los mexicanos decidamos por las vías establecidas, por las vías legales, por las vías electorales, sin simulaciones populistas ni imperativos mesiánicos.
Es hora de prepararse para terminar con el manoseo en San Lázaro, para que el Poder Legislativo recupere su dignidad, su solidez, su indispensabilidad y su ejercicio legítimo como poder independiente.