Ya sea que están a favor o en contra de AMLO, todos son mexicanos.
A partir de las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, nuestra sociedad vive cada vez más un señalamiento respecto de la ideología que define a quienes están a favor o en contra de la política actual.
Conservadores y neoliberales, así ha definido López Obrador esta nueva “guerra de independencia”. Donde todo aquel que no piense como él se le denomina “adversario”, cuyo significado etimológico quiere decir “el que está en contra, opuesto”. ¿Opinar diferente, criticar, señalar, implica ipso facto ser adversario?
Amén de que todos los días el presidente dedica más de una hora por las mañanas para “aclarar” y ejercer su “derecho de réplica” respecto de los comentarios que no le parecen adecuados a su ejercicio de primer mandatario.
¿Es necesario subirse a ese barco de la división?, ¿en medio de tanta carencia, confrontación y violencia valdrá la pena crear una nueva?, ¿México se define por sus rivalidades?, ¿no estamos llamados a la unidad y reconciliación?
Nuevamente es un “no, así no, señor presidente”. No es la manera en la que se puede crear unidad. No es pensando que solo por el hecho de ser presidente se tiene la razón en todo. No goza el presidente de una autoridad divina que le permita determinar ortodoxia política.
No, México no es un país de fifís, neoliberales, conservadores y adversarios; ese no fue el México que hizo ganar la presidencia al entonces candidato de Morena.
México es de todos y para todos. México no es “el de los ricos y de los pobres”; somos iguales y diferentes, somos distintos y parecidos. Somos uno, pero somos el todo. Nuestra identidad nacional está por encima de un mandatario. Porque los mandatarios son pasajeros, efímeros y temporales. Los valores de la unidad, la confianza y la soberanía nacional son permanentes.
¿Qué sucede con aquellos que no les corresponde ninguna de las etiquetas que el presidente ha expuesto? ¿Quedan excluidos? No, no podemos permitir esta guerra, que puede ser simpática a través de redes sociales, pero puede ser devastadora al interior de una nación.
La investidura presidencial obliga a ser mesurados, y pedir siempre conciencia plena para obrar con rectitud. De lo contrario sucederá como círculo vicioso este proceso de descalificación. No emitimos sufragio para terminar un periodo de gobierno con un nuevo atributo.
Por eso, ni fifís ni chairos. No vivimos en Chairolandia, vivimos en México. Mucho abonaría a esta circunstancia si nos concentramos en vernos como prójimos, que fraternalmente convivimos para ofrecer un mejor escenario a quienes nos preceden. Todos somos México.