Si el presidente continúa matando a los mensajeros, portadores de una realidad que no le gusta escuchar, la situación del país será peor cada día.
A nadie le gusta recibir malas noticias, pero ignorarlas no las cambia. El mal empeora si no las analizamos y solucionamos.
Al presidente López Obrador, como a nosotros, no le gustan las malas noticias, y lo saben sus colaboradores. El dárselas, por su carácter, puede significar hasta perder la chamba.
Cuando el director del Instituto Mexicano del Petróleo dio a conocer que el proyecto de refinería en Dos Bocas no era viable por su ubicación y de construirse tendría pérdidas por 20 años, en lugar de analizar sus recomendaciones, lo corrieron.
La Auditoría Superior de la Federación dio a conocer que la cancelación de la construcción de Texcoco salió más cara que haberlo construido, corrieron al auditor que estuvo a cargo de esa auditoría, pues dijo el presidente que estaba equivocado.
Con esa actitud se cumple el dicho de matar al mensajero que lleva malas noticias. Ante el peligro de que los “maten”, varios de sus colaboradores renunciaron a ser colaboradores y se convirtieron en servidores. Entendieron que al presidente le gusta escuchar el “vamos bien” y pintarle un panorama optimista, aunque no coincida con la realidad. Esa actitud parece ser fundamental para volverse uno de sus consentidos.
Un ejemplo es el Subsecretario de Salud, que ante los comentarios del presidente de que no le gustaba usar cubrebocas, acomodó sus mensajes y dijo que el cubrebocas no era importante. Esa decisión costó muchas vidas. El subsecretario dejo el puesto de colaborador, para convertirse en un servidor. Uno de los resultados de esa cómoda actitud, fue que él, el presidente y varios miembros del gabinete se contagiaran de COVID.
La posición del presidente, de no aceptar malas noticias, ni las cifras o hechos que dan a conocer las propias dependencias de su gobierno, resulta en que los problemas se hacen más grandes, costosos y más difícil de resolver.
A los cuestionamientos de algún periodista que le da datos preocupantes de la marcha de economía, responde, con su conocida posición: “Yo tengo otros datos”.
“Matar” al mensajero en el actual gobierno es correrlo o ignorarlo, lo que empeora la situación económica de México. Y si el presidente continúa matando a los mensajeros, portadores de una realidad que no le gusta escuchar, la situación del país será peor cada día.