Iluminación: Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» Jesús les respondió: «Fijaos, yo os he elegido a vosotros, los Doce. Y, sin embargo, uno de vosotros es un diablo.» (Jn 6, 67- 70).
Gracias al Señor Jesucristo, a la Iglesia y a mí familia, por el llamado al servicio a la Familia pobre. Gracias a Dios Padre que me eligió en Cristo desde antes de la Creación del mundo para estar en su presencia, para servir a su Familia, santa e inmaculada en el amor (Ef 1, 4) No fui yo quien eligió ser sacerdote para servir a la Iglesia y en ella a la Humanidad. La elección, gratuita, inalterable y funcional, vino de otra Fuente: “No me habéis elegido vosotros a mí; más bien os he elegido yo a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto sea duradero” (Jn 15, 16). Elección que manifiesta el Amor eterno e incondicional de Dios para cada uno de nosotros y para todos, Dios a nadie excluye, a todos ama para algo, para una Misión. Elección que implica tres manifestaciones del amor de Dios a quienes llama al servicio: la Iluminación, la separación y la ornamentación (cf Gn 1, 1- 26)
¿De dónde vengo?
Con palabras de la Biblia que ilumina mi historia, vengo del caos, del vacío, del pozo de la muerte, de la esclavitud, de los terrenos de las tinieblas (Gn 1, 1). Me apropio de la promesa de Ezequiel que habla de la acción de Dios para realizar su Obra redentora en la Plenitud de los tiempos: “Por eso, profetiza y diles: Esto dice el Señor Yahvé: “Voy a abrir vuestras tumbas; os sacaré de ellas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de ellas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahvé, lo digo y lo hago” (Ez 37, 12- 14; cf Gál 4, 4- 6). Soy un rescatado y redimido por la Misericordia del Señor.
¿Para qué estoy aquí?
Como miembro del Cuerpo de Cristo por mi Bautismo (cf Gál 3, 27) estoy en comunión en la Comunidad de Cristo que llamamos “Iglesia.” Según las palabras del apóstol san Pablo: “Y todo orientado a la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo” (Ef 4, 12- 13) Estoy aquí para amar y servir a la Familia de santos y pecadores, de fuertes y débiles, de sanos y de enfermos, según las instrucciones del Señor Jesús: “Lávense los pies los unos a los otros (Jn 13, 13) “y, ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34) La motivación de mi vida es el amor de Cristo que se manifiesta en el Servicio.
Llamado por el Señor a servir evangelizado con los dos “denarios recibidos:” La Palabra y los Sacramentos. Evangelizar es enseñar a vivir en comunión con Dios, con los demás, con la naturaleza y con uno mismo. Evangelizar es enseñar para dar a conocer “el arte de amar.”
Amar a Dios y al prójimo, a todos y a los enemigos, pero, especialmente a los más débiles. Evangelizar es “enseñar el arte de servir” con todo y a todos, al estilo del Maestro de Nazaret que se entregó por todos (Ef 5, 1- 2) Servir a vivir dignamente, como personas, valiosas importantes y dignas. Servir para ayudar a crecer en la fe, la esperanza y en la caridad, para que todos vivamos en la libertad de los hijos de Dios (cf Gál 5, 1. 13)
¿Hacia dónde voy?
El Señor Jesús al principio del Camino me entregó dos Palabras: ÁMAME Y SÍGUEME” Dos palabras, pero, un estilo de vida: “vivir como Jesús que se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el mal” (Hch 10, 38) Cuando el servidor se deja conducir por el Espíritu Santo se realiza en nuestro interior la “Obra redentora de Cristo” “Nos hace libres, nos reconcilia, nos transforma y nos promueve” Nuestra vida está orientada hacia los terrenos de Dios: la Verdad, el Amor y la Vida.”
La obra del Espíritu Santo es conducirnos a Cristo y configurarnos con Él, para reproducir su Imagen (cf Rm 8, 29) y llenarnos con sus pensamientos, sentimientos, preocupaciones, intereses y luchas (cf Flp 2, 5- 8), para que en nuestra vida broten las actitudes cristianas y se conviertan en los frutos de la fe, y más allá, en los “Valores del Reino,” entre ellos “el compartir, la dignidad humana, la solidaridad humana y el servicio, especialmente a los menos favorecidos.” El camino es angosto y se avanza con dificultades. Se entiende como el camino de la cruz que nos lleva a la madurez en Cristo (Ef 4, 13). Madurez que nos lleva a una vida redimida y resucitada al servicio del Evangelio de Jesucristo (cf Flp 1, 29) Hermosa misión a la que san Pablo le asigna algunas características:
Hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte; seguro que el Señor te hará comprender todo.” (2 Tim 2, 1- 6) Con el Apóstol san Pablo, me ayudo a comprender hacia dónde voy:
“Pero lo que antes consideré ganancia, lo tengo ahora por pérdida a causa de Cristo. Más aún, juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas; incluso las tengo por basura para ganar a Cristo y encontrarme arraigado en él, no mediante mi justicia, la que viene de la Ley, sino mediante la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe. Pretendo así conocerle a él, sentir el poder de su resurrección y participar en sus padecimientos, haciéndome semejante a él en la muerte y tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. No es que lo dé ya por conseguido o que crea que ya soy perfecto; más bien continúo mi carrera por ver si puedo alcanzarlo, como Cristo Jesús me alcanzó a mí. Por mi parte, hermanos, no creo haberlo conseguido todavía. Sin embargo, olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.” (Flp 3, 7. 14)
Sacerdote de Jesucristo para la Gloria de Dios.
El Señor Jesús a los suyos les da algunas recomendaciones: “Sabed que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; seréis conducidos ante gobernadores y reyes por mi causa, para que deis testimonio ante ellos y ante los paganos” (Mt 10, 16-18)
El sacerdote es pertenencia de Cristo y de la Iglesia, en la medida que esté enamorado de su Señor y de su Obra. Que vaya adquiriendo por la acción del Espíritu Santo y sus esfuerzos una voluntad firme, fuerte y férrea para amar a Dios y al prójimo (Jn 14, 21. 23); dueño de una “caridad pastoral” para que tenga la firme determinación de seguir a Cristo y abrazar su cruz (cf Lc 6, 4 6) El sacerdote de Cristo, sigue las huellas de su Señor para irse desprendiendo de un ego inflado, para alcanzar a tener un corazón pobre, limpio y misericordioso (Mt 5,3ss) Razón que nunca debe sentirse fuerte y lleno de poder para que no anule la acción del Espíritu Santo: “Mi gracia te basta.” Que hermoso es saber que el Señor cuida de los suyos, en la medida de nuestra apertura a la acción del Espíritu Santo, Movido por su misericordia lava nuestras debilidades y fragilidades con su sangre y las enjuaga en su misericordia (Ef 1, 7; Jb 9, 14), las convierte en vida y las derrama como bendiciones sobre la Iglesia.
El sacerdote es de carne y hueso, frágil y débil en sí mismo, es pecador que puede caer y dar la espalda a Cristo y a la Iglesia, la Madre, razón por la que Jesús, el Señor nos dice: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26, 41) Se ora por que Cristo hacia oración; porque nuestra lucha es contra fuerzas sobrenaturales; Oramos para ser fieles al Ministerio de la multiforme gracia de Dios; oramos por sólo Dios da el crecimiento espiritual y oramos porque el sacerdote no es el dueño de la Mies, ni del altar, del ambón; es tan sólo administrador de las cosas sagradas y un guía de la Comunidad, y lo que se le pide es “fidelidad.” Cuando el sacerdote es fiel a su Ministerio, el Señor Jesús, hace de él un “Instrumento de su amor” “Un canal de dones y bendiciones” “Un regalo de Dios a su Iglesia en favor de la Humanidad”
La acción del sacerdote es profética, sacerdotal y real. Ha sido ungido con el Espíritu Santo de Cristo para ser profeta, sacerdote y rey. Como profeta abre caminos donde no hay caminos: anuncia, predica y proclama las Maravillas de Dios realizadas en Cristo y por él, a los hombres de cualquier situación. Como también sale a buscarlos, otra vez y otra vez, los acoge y los acompaña. Como sacerdote ordenado tiene el “poder” para celebrar los Sacramentos para dar vida y santificar a los fieles. (cf Jn 20, 19, 23) Como rey o pastor conduce a los fieles cristianos, con su palabra y con su ejemplo, para que crezcan y maduren en su fe, esperanza y caridad para que vivan el “sacerdocio común de los fieles.” La finalidad, tanto del sacerdocio ministerial, como tanto, del sacerdocio común de los fieles, es el honor y la gloria a Dios y el amor y el servicio a los hombres.
“Quiero exhortar ahora a los ancianos que están entre vosotros, aprovechando que soy anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está
para manifestarse. Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios. Y no lo hagáis por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.” (1 Pe 5, 1-4
La exhortación del Apóstol, es para todos: Profetas, Apóstoles, Pastores, Sacerdotes, Maestros, Servidores, Administradores, Evangelizadores…. Ser testigos de los sufrimientos de Cristo… no hagan de su trabajo un negocio… No opriman a los fieles a ustedes confiados… sean modelos de la grey… Es el Señor quien da la recompensa, según, la respuesta que le hayamos dado al Llamado.
Gracias a Dios por mis formadores en el Seminario Nacional de Cristo Sacerdote, en la Ceja Antioquia, Colombia; por mi Obispo Carlos Talavera Ramírez, de quien recibí mi Ordenación sacerdotal; por mi Obispo actual, José Rutilo Muñoz Zamora; por todos los Sacerdotes y Laicos que me han acompañado y ayudado a lo largo de estos 25 años para hacerme sacerdote al servicio en la Diócesis de Coatzacoalcos. Gracias de manera especial, por mi familia, familiares y amigos que me han sostenido en mi Ministerio Pastoral, con sus ayudas y oraciones para llegar a muchos el Evangelio de una salvación gratuita e inmerecida que Dios Padre ofrece a todos los hombres.
Un saludo cordial y fraterno a las parroquias de la Sagrada Familia de Artesia, California y de san Pedro Apóstol, en Mapire, Anzoátegui en Venezuela y a todas la Comunidades de Colombia, Estados Unidos y México con quienes compartí la Palabra de Dios y mi experiencia de vida.
Gracias a Dios por los Sacerdotes que fueron de gran ayuda al darme un fuerte impulso al inicio de mi conversión a la Iglesia: los padres Kenneth Sulivan, John Towmy y Gregorio Reymundo de la parroquia Sagrada Familia de Artesia, CA. Ellos me acogieron, me acompañaron, descubrieron mi vocación y me ayudaron en mi caminar misionero. Gracias a Dios por cada uno de ellos, pido en oración al Señor que “Les de una mansión en el Cielo y su Descanso eterno.
Con profundo agradecimiento a Dios, Uno y Trino, a nuestra Madre María y a nuestra Madre Iglesia……. Pbro, Uriel Medina Romero.
Desde mi pueblo: Huanusco, Zacatecas. Parroquia san Francisco de Asís. A 27 de abril del 2019