Cada una de las Leyes de Cuaresma son Palabras salidas de la boca de Dios. Palabras a las que el profeta Isaías compara con la lluvia que baja y empapa la tierra para hacerla fecunda (Is 55,9s). Por eso, a las Leyes de Cuaresma anteceden los “Dones de Dios”. Podemos decir que los dones de Dios nos descubren la Voluntad de Dios, el Camino que debemos seguir y lo que debemos hacer. A) El don de la Palabra que ilumina nuestras tinieblas, nos conduce a la fe y a la salvación (2 Tim 3, 14s). B) El don de la conciencia de pecado (Jn 16, 8). Somos pecadores necesitados de purificación (1 Jn 1, 8-9). C) El don del “otro”. El otro ha de ser visto como don de Dios (Gn 2, 18). Estos tres dones nos recuerdan que el Señor no exige lo que antes no nos ha dado. “Nos ama por primero” (1 Jn 4, 10) para que luego nosotros, tras haber probado lo bueno que él es, seducidos por su bondad aceptemos las Leyes de Cuaresma como caminos que nos llevan a la Casa del Padre.
La primera de la las Leyes de Cuaresma es: dedícate a buscar a Dios. Jeremías nos dice: “Si lo buscas de todo corazón, Él se dejará encontrar por ti” (Jer 29, 13). ¿Dónde buscarlo? Los lugares para encontrar a Cristo la Iglesia los pone a nuestro alcance: La Oración íntima y cálida, La Palabra de Dios que escuchamos, meditamos y ponemos en práctica. La Liturgia de la Iglesia, especialmente la Eucaristía y la Confesión, las Obras de Misericordia y el Apostolado.
La segunda de las Leyes de Cuaresma es: Disminuir para crecer. Con palabra del Bautista decimos: “Es necesario que yo disminuya para que Cristo crezca” (Jn 3, 30) Es hacerse pequeño, pobre, humilde para poder llegar al Nuevo Nacimiento y entrar en el Reino de Dios.
La tercera Ley de Cuaresma es seguir el camino del grano de trigo: Morir para vivir: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará (Jn 12, 24- 26). Hemos entrado en la semana santa, para eso acompañamos al Señor. Por amor a Él renunciamos a nuestro egoísmo y a nuestros intereses para estar con el Señor, y padecer y sufrir con Él, morir y resucitar con Él (2 Tim 2, 11s). Escuchemos la enseñanza del primer papa decirnos: “Rechazad, por tanto, malicias y engaños, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, gracias a ella, crezcáis con vistas a la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno” (1 Pe 2, 1-3).
La cuarta Ley de la Cuaresma es caminar tras las huellas de Jesús. Para caminar hay que ponerse de pie, hay que tener fortaleza y hay que saber hacia dónde vamos. Escuchemos al Señor Jesús: Decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles” (Lc 9, 23- 26).
El Espíritu Santo es el “Agente principal de la Cuaresma”.
El Espíritu Santo está implícito en la Palabra que escuchamos es nuestra guía hacia la Pascua (Jn 16, 8. 13). Con la escucha de la Palabra “La Luz de Cristo” ha entrado en nuestros corazones para convencernos de que somos amados por Dios. Nos convence de que Dios nos ama incondicionalmente, remueve las entrañas de pecado, nos convence de que somos pecadores y nos conduce al encuentro con Cristo. En el encuentro con Cristo somos liberados, reconciliados y salvados. Entramos en hombros del Buen Pastor en la Casa del Padre para ser alimentados con “los frutos del árbol de la Vida que está en el Paraíso de Dios” (Apoc 2, 7)
Para caminar hay que alimentarse con el alimento que Dios nos propone, ya que el Camino de la Cuaresma está lleno de piedras, muros, obstáculos que hay que superar y vencer para “Caminar en la Verdad, en el Amor y en la Justicia” (cf Ef 1, 8). Escuchemos al profeta Miqueas: “Se te ha hecho saber, hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: tan sólo respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios” (Mi 6, 8). Caminar con los ojos fijos en Jesús (Heb 12, 2) Sin desviarse ni a izquierda ni a derecha; sin mirar hacia atrás para no hundirse en el lodo del hedonismo. Escuchemos las palabras que el Señor dice a Josué a la muerte de Moisés:
«Sé fuerte y valiente, porque tú eres quien va a dar a este pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres. Basta que seas muy fuerte y valiente, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni un ápice, para que tengas éxito adondequiera que vayas. Que el libro de esta Ley no se aparte de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas. ¿No te he mandado que seas fuerte y valiente? Pues no tengas miedo ni te acobardes, porque Yahvé tu Dios estará contigo adondequiera que vayas.» (Jos 1, 6- 9)
La Cuaresma es el tiempo para destruir las guaridas de las zorras y los nidos de las aves para afianzarse como discípulos de Jesucristo: Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús replicó: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» (Lc 9, 57- 58). Las guaridas hacen referencia a la una vida mundana y pagana, a una vida en la carne (Gál 5, 19- 21) y los nidos a los infantilismos y a los vicios
La Cuaresma es el tiempo para hacer la “Opción fundamental por Jesucristo” y dar la espalda al mundo: Dijo a otro: «Sígueme.» Pero él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Replicó Jesús: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vete a anunciar el Reino de Dios.» Hubo otro que le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.» Replicó Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.» (Lc 9, 59- 62)
Oración: Espíritu Santo; Espíritu de Luz y de Verdad, guía mis pasos por los caminos de la vida para que encuentre al Único que puede llevarme a la Libertad de los hijos de Dios para hacer de mí un hombre libre, capaz de amar y ofrecerme como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (cf Rm 12, 1).