Papel Social
Javier Herrera Borunda
Tristemente, el inicio del año 2020 nos enfrentó de nueva cuenta a una serie de movimientos armados en el escenario geopolítico mundial. El 2 de enero estallaron tres cohetes Katyusha en la zona de carga del Aeropuerto Internacional de Bagdad, capital de Irak, que cobraron siete víctimas humanas y destrozaron algunas áreas de esta sección aeroportuaria. Este atentado se presentó en medio de una serie de tensiones con Estados Unidos después de que un grupo de la milicia iraquí, con respaldo de la iraní, atacó la embajada estadounidense en Bagdad el 31 de diciembre del pasado 2019, en respuesta a una serie de ataques aéreos perpetrados por fuerzas estadounidenses dos días antes, en los que perdieron la vida 25 elementos de la alianza de milicias chiíes iraquíes.
El ejército estadounidense declaró que la ofensiva señalada obedecía al asesinato realizado unos días antes de un contratista norteamericano en la base militar iraquí de Kirkuk, localizada al norte del país. Sería éste el inicio de una escalada de movimientos bélicos que pusieron a la Unión Americana al borde de una guerra con Irán y al mundo en una terrible incertidumbre.
El vuelo 6Q501 de Cham Wing Airlines despegó con tres horas de retraso de Damasco, Siria; su destino era Bagdad. En él viajaba el general Qasem Soleimani, comandante de la fuerza de élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, considerado como responsable de las estrategias de seguridad nacional de este país. Eran las 00.36 horas del día 3 de enero cuando el avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Bagdad. El comandante fue recibido en pista por Abu Mahdi al-Muhandis, funcionario iraquí a cargo de las milicias y muy cercano a Irán. Abordaron de inmediato dos automóviles sin imaginar que en el trayecto a su destino serían seguidos por drones estadounidenses teledirigidos como parte de una operación militar coordinada por el Pentágono estadounidense. Tan sólo 11 minutos después, en una operación casi quirúrgica, varios misiles impactaron los vehículos envolviéndolos de inmediato en llamas. Diez personas quedaron atrapadas entre las llamas, entre ellas los dos personajes mencionados.
Esta acción bélica podría ser considerada como poco menos que una “declaración de guerra” por parte del gobierno estadounidense al de Irán, y sin duda supone una escalada de violencia en el conflicto entre Estados Unidos y el Oriente Próximo que podría tener consecuencias considerables en el orden político y económico internacional. El ayatolá Alí Hoseiní Jamenei, líder supremo de Irán amenazó con una severa venganza, en la que incluye el ataque a objetivos estadounidenses en todo el mundo y la suspensión inmediata de todos los acuerdos y negociaciones de cualquier naturaleza, especialmente las nucleares.
La decisión del presidente Trump detonó un conflicto que ha permanecido latente con Irán en los últimos años; mientras los líderes internacionales, ante lo delicado de la situación buscaban una salida pacífica al conflicto a través de la diplomacia, el dirigente de la Unión Americana, el Pentágono y sus asesores ordenaron enviar más soldados a la región.
Pocas reglas hay más claras en la ciencia política que las que se derivan de preguntarse a quién podría beneficiar un hecho específico, en este caso una guerra en Oriente Próximo; más allá de las funestas consecuencias que podría traer aparejadas.
La pregunta obligada es si los hechos mencionados están o no relacionados entre sí. Bien se dice que en este tema no existen coincidencias. Trump se ha destacado como gran exponente de la máxima maquiavélica: “El fin justifica a los medios”, por lo cual, siguiendo su postulado, podemos observar que arranca el 2020 con más ritmo en el escenario mundial que cualquier otro jefe de Estado, no sólo por las presiones que le representan las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo el próximo 3 de noviembre, en las que se juega la reelección; sino también por el juicio político que tiene abierto en el Senado de los Estados Unidos, y a lo que, sin duda, habría que añadir la creciente tensión que se está presentando en Irán.
La administración Trump ha gozado durante tres años de un periodo de prosperidad y paz a nivel internacional, de hecho quien la encabeza ha pregonado a los cuatro vientos estas bondades, destacando además que ha sentado las bases para el reciente crecimiento económico del país, y a diferencia de sus antecesores, él sí ha mostrado una gran capacidad de negoción con líderes mundiales. Pero recordemos que el 2020 es año electoral, las reglas cambian, tras el embate a los demócratas con la instauración del juicio político en su contra resulta realmente conveniente para sus intereses reeleccionistas la escalada de violencia en el Oriente Próximo.
La estrategia anterior en su momento le funcionó al presidente Bush y aunque en el mundo nos aterre lo que pudiera suceder, es un hecho que el electorado americano, fiel a Trump, ve con buenos ojos las medidas emprendidas en Irán, así lo demuestran las encuestas, incluso la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, más que insistir en su agenda original de llevarlo a juicio político, concentra ahora su discurso en revisar sus facultades discrecionales como presidente, porque el haber decidido ejecutar al líder de las fuerzas especiales iraníes, en base precisamente al uso personalísimo de esas facultades, es lo que ha puesto en el tablero político la discusión.
En la elección de 2016, el republicano basó su discurso en una campaña antinmigrante, posicionándose como defensor de la soberanía estadounidense contra “criminales”, “violadores” y “asesinos”, ¿por qué no hacerlo ahora como el gran protector de su país asesinando a quien planeaba atacar a diplomáticos y militares estadounidenses: el iraní Soleimani?
Esperemos por el bien de la humanidad que la crisis vaya bajando de tono. No hay nada en el mundo que justifique una crisis humanitaria y mucho menos una guerra.
javi.borunda@me.com