Escrito por: Carla Martell
Luego de seis años de soportar dolores tan fuertes que la hacían temblar y una vida que se limitaba a entrar y salir de hospitales, Ana María Mucharraz Ayala se encuentra en paz y feliz, porque ahora esta “tomada de la mano de Dios y de la Virgen”, como lo aseguró en su último mensaje de Facebook.
La vida de Ana era la de una niña normal, de 13 años, que cursaba segundo de secundaria; le gustaba salir con sus amigas, ir a fiestas, pasar tiempo con su familia y practicaba gimnasia, motivo por el que estuvo a punto de asistir a los Juegos Panamericanos. Todo iba bien hasta que un día los planes se vinieron abajo.
“Un día nos dijo que le estaban fallando partes del cuerpo y que le iban a hacer unos estudios”, comentó María del Rocío Montalvo Cantú, mejor amiga de Ana, acerca de los inicios de la enfermedad. Con el paso del tiempo las cosas fueron empeorando, “Ani”, como sus seres queridos la llamaban, enfermaba cada vez más y nadie tenía una explicación, hasta que luego de diversos estudios los doctores determinaron que era un tipo de Lupus muy agresivo.
El Lupus es una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmunitario ataca a las células y tejidos sanos del cuerpo erróneamente. La enfermedad le causó gastroparesia y pseudo obstrucción intestinal crónica que paralizó el estómago de Ani y ocasionó que dejara de comer de manera normal y tuviera que hacerlo por medio de una sonda desde los 16 años más o menos. Sin embargo, Rocío afirma que realmente nunca que supo 100% cuál era la enfermedad que Ani tenía, pues en ocasiones presentaba síntomas diferentes a los que ocasiona el Lupus.
Montalvo Cantú aseguró que al inicio, antes de que la enfermedad empeorara, intentó de todo para que Ana tuviera una vida feliz y lo más normal posible, pero cada vez los dolores eran peores. “Yo no sé cuanto tiempo me queda, pero quiero aprovecharlo al máximo”, fue lo que Ana le dijo a Rocío durante su último año de vida, pues su situación empeoraba y distintos órganos se su cuerpo, además de su intestino, comenzaron a dejar de funcionar.
“Era la persona más generosa del planeta… cuando la visitaba en el hospital las piernas le temblaban de dolor, pero para ella era más importante escucharme y asegurarse de que yo estuviera bien”, explicó María del Rocío respecto a la actitud de Ana que calificó como sobrehumana, pues a pesar de todo el sufrimiento siempre seguía sonriendo y preocupándose por quienes la rodeaban. Además, consideró que su vida fue un permanente acto de fe, pues aunque sufría, ella sabía que estaba en el mundo para cumplir la voluntad de Dios.
Ani tenía una actitud admirable ante la vida, pues su condición no le impedía ser una niña alegre, positiva, fuerte y luchadora, que soñaba con ser doctora en oncología pediátrica. Esas ganas de vivir la llevaron a concluir secundaria y preparatoria, y la impulsaron a prepararse para comenzar su carrera universitaria en medicina; sin embargo, la vida le cambiaría los planes.
El tiempo avanzó y comenzó la espera de seis meses para que Ani pudiera recibir un trasplante multiorgánico, el primero en México, de cinco órganos: intestino delgado, intestino grueso, estómago, páncreas e hígado. Fue hasta el 21 de mayo de este año cuando por fin, después de seis años llenos de dolores insoportables, cirugías, catéteres y sufrimiento, llegó el donador para hacer la cirugía que intentaría dar una segunda oportunidad de vida a Ani.
Los últimos momentos de Ani
Por medio de las redes, especialmente, su página de Facebook Con Ana y JuanPa, e Instagram anamuch, Ani había logrado establecer un vínculo con sus seguidores, quienes le daban ánimos día con día para seguir peleando por su vida. En Facebook, Ani publicó el que sería su último mensaje:
“Va a ser la batalla más grande de mi vida, pero estoy más que lista para enfrentarla porque hoy entré al quirófano de la mano de Dios y de la Virgen. Me van a cuidar en cada momento de la operación”, escribió Ana al despedirse y aceptar el destino que le estaba preparado.
María del Rocío comentó que vivía “con miedo a que un día me llamaran y me dijeran ‘Ana falleció’”, incluso la noche de la operación ella sólo durmió una hora, pues la angustia y la incertidumbre eran mayores, hasta que entendió que cada quien tiene una misión en la vida, para vivir plenamente y disfrutar al máximo.
Sin embargo, los planes para Ana no podrían cumplirse en la tierra y aproximadamente a las ocho de la noche del 22 de mayo el sufrimiento de esta guerrera paró. “Ella tenía la certeza de que pasara lo que pasara iba a estar bien, Ana nos dio paz a todos porque tenía toda la fe que a los demás nos faltaba”, subrayó Montalvo Cantú al ponderar la actitud de Ana cerca de su muerte.
Ana reconocía las cosas importantes de la vida, sabía que pasar tiempo con sus seres queridos era lo más importante, pues ignoraba cuánto más viviría. Además, siempre trató de estar bien y resistir el dolor, pues no quería preocupar a su familia y amigos. Los sueños de Ani eran grandes y estaba segura de que no importaba qué destino le tuviera preparado la vida, ella siempre estaría bien y en paz.
“Ana me enseñó que muchas veces nos preocupamos por cosas sin sentido, pensamos que nuestros problemas son el fin del mundo, cuando los verdaderos problemas los enfrentaba ella con una sonrisa”, concluyó María del Rocío.
Familia de luchadores
La familia Mucharraz Ayala perdió una integrante, pero ganó un ángel que se encargará de cuidarlos y darles fortaleza, sobre todo a su hermano Juan Pablo, quien se encuentra en una situación similar a la de ella, pues padece de Lyme, una enfermedad que paralizó todo su cuerpo a excepción de su brazo derecho.
Juan Pablo contrajo Lyme hace algunos años, cuando una garrapata, infectada por la bacteria Borrelia burgdorferi, lo mordió. Esta enfermedad le causó al parálisis que lo hizo necesitar terapias específicas y dolorosas, pues es uno de los casos más extremos que se conocen a nivel mundial.
En su página de Facebook Con Ana y JuanPa, aún puedes hacer donaciones que ayuden a que JP pueda tener las terapias y los tratamientos adecuados para superar esta enfermedad, que lo mantiene permanentemente en cama.
La familia Mucharraz Ayala es la prueba de que a veces los problemas no son tan graves como lo pensamos, y aunque todo esté negro, siempre habrá una luz de esperanza que pueda dar amor y la alegría a nuestras vidas. Esta familia está llena de guerreros cuyo valor y fortaleza motivan a centenares de personas. Ana María Mucharraz Ayala dejó un legado que vivirá por siempre.