SENTIDO COMÚN
Los productores pecuarios del país que trabajan en praderas verdes, en zonas semidesérticas y hasta en desérticas, produciendo para el consumo interno o para la exportación, están atravesando por una situación difícil.
Para la alimentación de sus animales, sean bovinos, ovinos, caprinos o aves, dependen de granos y subproductos derivados. Sea a través de las uniones o asociaciones, cooperativas, gobiernos o bien de manera individual, se requiere proveer de estos insumos para un mayor aprovechamiento en la alimentación, que beneficie a la comercialización de los semovientes.
El manejo de los productos necesarios, complementarios o suplementarios depende en gran medida de grandes empresas que surten en todo el territorio, tanto en las zonas norte, sur y centro.
La creciente demanda de granos e insumos forma parte del proceso de producción de carne y muchos de estos productos son, irremediablemente, de importación. Es el caso del maíz amarillo y del llamado DDG, los cuales se traen en barcos hacia distintos puertos de México.
Otros insumos son adquiridos en plantas ubicadas en distintas partes del país que procesan diferentes granos para producir, por ejemplo, aceites, o bien despulpar arroz o café; o de los ingenios azucareros se utiliza melaza que, por cierto, escasea porque la mayor parte se destina a la producción de alcohol.
Los subproductos de mayor consumo son: pasta de soya, cascarilla de soya, maíz amarillo, DDG, pulidos y cáscaras de arroz, pasta de canola, salvado, salvadillo, sorgo (nacional e importado), harinas de coco, cáscara de café, entre los más solicitados.
Paradójicamente si baja el consumo de granos la oferta a los ganaderos decrece y los precios, muchos de los cuales dependen de la paridad peso-dólar, son fluctuantes y casi siempre van al alza.
Un proveedor refiere que “ha subido mucho el precio de la pasta de soya; es posible que el maíz amarillo también siga subiendo y la cascarilla de arroz molida también subió.”
Por causas ajenas como la recesión económica y los efectos negativos de la pandemia, los productores pecuarios la están pasando muy difícil, porque por un lado no pueden dejar de alimentar a sus especies, pero tampoco tienen una demanda sostenible para vender sus animales a buen precio. Este fenómeno ha afectado directa e indirectamente al consumo alimenticio de la población, que también está padeciendo los efectos de la pandemia.
Es evidente el enorme esfuerzo que están realizando los productores y, como lo han manifestado a sus organizaciones, requieren de manera urgente la atención gubernamental de la Sedarpa y la Sagarpa para reactivar la producción de productos cárnicos y lácteos, facilitando el acceso al suministro de alimentos balanceados para hacer más productiva la ganadería estabulada y semi estabulada. Nadie puede negar que producir alimentos siempre será una prioridad.