SENTIDO COMÚN
El regreso a la nueva normalidad trae consigo una serie de retos para las empresas, que les obligará a realizar una radiografía de su situación financiera, para hacer un análisis comparativo y saber a ciencia cierta cómo están actualmente y cómo estaban antes de la cuarentena.
Hay que partir de la base de que, desde antes de la aparición de la pandemia del coronavirus, las empresas venían enfrentando una serie de problemas de solvencia económica, que no les permitía crecer, sino por el contrario estaban comenzando a tomar medidas de austeridad previendo la recesión que se veía venir, aun cuando el gobierno lo negara.
Uno de los errores que el gobierno ha cometido es considerar a la iniciativa privada como enemigo del pueblo, sin tomar en consideración que son las empresas las que generan los ingresos y los empleos en el país.
Con la llegada de la pandemia, quedó en evidencia que la política económica ha menospreciado a la iniciativa privada, dejándola desprotegida sin incentivos y sin apoyos de ningún tipo; sin programas de fomento, promoción o financiamiento.
Ahora el gobierno debe preocuparse por apoyar a las empresas grandes y pequeñas, es decir debe procurar que haya un mayor número de empresarios, para que estos empresarios sean los encargados de crear los empleos.
Al entrar a la llamada nueva normalidad, las empresas no saben cómo reactivar sus actividades, porque están apenas saliendo algunas de un escenario de incertidumbre, en el que el gobierno aplicó restricciones y por otro lado la contracción del mercado impuso otras.
Desde hace aproximadamente tres meses las empresas necesitaban urgentemente del apoyo gubernamental, en aspectos como subsidiar una parte de la nómina, la postergación del pago de los impuestos y el acceso a créditos blandos. Sin embargo, esto no se dio por una visión distorsionada de las autoridades que no creyeron necesario apoyar a los empresarios, sino que se fueron nada más por el lado de subsidiar a los que menos tienen con créditos de 25 mil pesos a un padrón de personas que le son afines al proyecto de la 4T.
Es urgente que las autoridades hacendarias hagan un replanteamiento y vean las verdaderas condiciones en que se encuentran las empresas y propongan un programa de rescate financiero hecho a la medida de la situación.
Esta es una nueva realidad que las empresas tienen que enfrentar, pero necesitan recursos para poder lograrlo, para sostener su planta productiva y que su plantilla laboral no se vea afectada ni con despidos ni con reducción de salarios.
Es necesario que los bancos comerciales puedan otorgar financiamientos a largo y mediano plazo con intereses bajos y con subsidio gubernamental, para que los empresarios no se vean ahorcados con los pagos y sigan produciendo.
El gobierno debe volver a apoyar a los empresarios con incentivos y promoción de sus productos o servicios, incluso reactivando un programa de compras gubernamentales como era en el pasado, pues para que le vaya bien al país no todo debe ser ahorro y austeridad, también es importante el gasto.
No hay que olvidar que, si se reactivan las empresas, se reactivará la economía y el resultado será la creación de empleos bien remunerados y que, si hay empresarios, hay empresas y si hay empresas hay empleos.