La presidenta ¿agachada?
El 1 de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera mujer en asumir la presidencia de México, lo cual es un momento histórico que muchos consideran un hito en la lucha por la igualdad de género.
Durante su discurso de toma de posesión, Sheinbaum destacó la importancia de que una mujer esté al frente del gobierno, enfatizando que su llegada al poder es un logro para todas las mujeres mexicanas. Sin embargo, este mensaje, aunque poderoso en la superficie, contrasta con dos actitudes que tuvo en la misma toma de posesión, que parecen cuestionar la autonomía que este cargo representa.
Durante el evento de toma de posesión, Sheinbaum besó la mano de Manuel Velasco, una foto que dio la vuelta al mundo. Velasco es excandidato presidencial y figura política del Partido Verde Ecologista de México aliado de Morena.
Este gesto, que muchos interpretaron como un acto de sumisión, causó revuelo en redes sociales y en los medios de comunicación. Para un sector de la opinión pública, este acto es un símbolo que contradice la narrativa feminista de empoderamiento que Sheinbaum ha defendido. En un país donde las luchas feministas han denunciado históricamente los gestos que refuerzan la subordinación de las mujeres a los hombres, este acto fue visto por algunos como un paso hacia atrás en la representación de una presidencia femenina independiente.
Algunas opiniones vertidas en redes sociales marcan un inicio de sexenio con una crisis de imagen. “Es la primera crisis y en los primeros minutos del gobierno de Sheinbaum: la foto en la que está agachada ante Manuel Velasco”, comentó Lilly Téllez, Senadora de la República. Las redes sociales han explotado con el tema, señalando de servil y machista la actitud de la nueva presidenta.
Otro aspecto que ha generado críticas es que, en su discurso de toma de posesión, Sheinbaum dedicó más de la mitad de su tiempo a hablar sobre Andrés Manuel López Obrador, su “padre político” y figura central del movimiento de la Cuarta Transformación. Al referirse a él en términos de agradecimiento y reconocimiento, Sheinbaum no sólo subrayó la importancia de López Obrador en su carrera, sino que dejó en segundo plano las políticas, ideas o visiones que ella pudiera tener como la primera mujer presidenta del país para ponerlo a él al centro de su mensaje.
Este enfoque ha provocado que muchos cuestionen si su llegada al poder representa un verdadero avance para la autonomía de las mujeres en la política o si, en cambio, perpetúa una dinámica de subordinación, donde las mujeres que acceden a posiciones de poder lo hacen bajo el amparo y obediencia de figuras masculinas dominantes. Esta crítica se amplifica al recordar que, en varias ocasiones, Sheinbaum ha sido percibida como una “figura continuista” de López Obrador, más que como una líder con una agenda propia y diferenciada.
Lo que queda claro de estos eventos es que gobernar como mujer va más allá de simplemente ocupar una silla de poder; se trata de ejercer el poder con una visión y un liderazgo que no esté condicionado por figuras masculinas o tradiciones políticas patriarcales. Para muchos, la verdadera prueba de fuego para Sheinbaum será demostrar que puede liderar el país como una presidenta autónoma, que tome decisiones sin sentirse obligada a rendir homenaje a los hombres que la rodean, ya sea a través de gestos simbólicos como el beso a la mano o discursos que relegan su propia voz a un segundo plano.
El desafío es que Sheinbaum, como líder mujer, tiene la oportunidad de marcar una diferencia en un país donde la violencia de género, la discriminación y la desigualdad siguen siendo problemas graves. Para hacerlo, es urgente que se desprenda de las ataduras simbólicas que la ligan a una política tradicionalmente dominada por hombres y ejerza su presidencia desde una postura que represente verdaderamente los intereses y necesidades de las mujeres mexicanas.
La toma de posesión de Claudia Sheinbaum marca un antes y un después en la historia de México, pero las contradicciones en su comportamiento y discurso han abierto un debate sobre lo que realmente significa tener a una mujer en la presidencia. Es momento de preguntarse: ¿Qué significa gobernar como mujer? ¿Cómo puede Claudia Sheinbaum representar un liderazgo femenino auténtico en un país donde las estructuras patriarcales siguen vigentes?
“Gobernar como mujer implica, sobre todo, actuar con autonomía y demostrar que su presencia en el poder no es simplemente una extensión de la voluntad de los hombres que la precedieron”,concluyó Lina Rocha, una estudiante universitaria de sexto semestre.