*DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR/A. I.- LOS RAMOS* . La liturgia de este día abre con la bendición de los ramos que normalmente portan los fieles y que son símbolo de victoria. Podemos ver a muchas imágenes de santos mártires portando una palma, para indicar que por su fidelidad al Evangelio, han triunfado a la muerte. Enseguida se proclama el Evangelio que narra la entrada triunfal de Jesús a la ciudad santa (este año toca Mt 21,1-11) y comienza la procesión hacia el templo en el cual se celebrará la Misa. Por razones obvias, en esta ocasión se omitió esta parte. *II.- NO QUEDARÉ AVERGONZADO (Is 50,4-7).* El Siervo de Yahvé aparece hablando de una misión que le ha sido encomendada: consolar al abatido. Y para realizarla conforme al proyecto del Señor, entiende que lo primero que se requiere es escuchar, dejar hablar al que ha pedido esta tarea, pues sólo conociendo la manera de pensar del Señor, es posible el fiel cumplimiento de la encomienda; y cuando se ha escuchado todas las mañanas, viene entonces la lengua experta que hablará solamente lo que ha escuchado de su Señor y brindará consuelo y fortaleza. La misión entraña dificultades, pero se tiene la certeza que la ayuda viene del Señor. *III.- JESUCRISTO ES EL SEÑOR (Flp 2,6-11).* San Pablo nos presenta un himno cristológico, que canta las principales etapas del Señor, diríamos en forma circular en el sentido de las agujas del reloj: comienza afirmando su divinidad y, por tanto, su eternidad, para pasar enseguida al misterio de la Encarnación, al tomar condición de siervo obediente. El tercer momento es la muerte en la cruz con la que derrota al diablo, al pecado y a la muerte. El tercer estadio es la resurrección puesto que la muerte no tiene poder sobre Él, para, finalmente, regresar a la gloria y toda rodilla se doble ante Él y toda lengua proclame que Jesús es el Señor. *IV.- SENTADO A LA DERECHA DE DIOS (Mt 26,14-27,66).* Hoy se proclama el Santo Evangelio con tres ministros: el Cronista, el Sanedrín o pueblo y Cristo. Y es no para contemplar a un Mesías vencido o derrotado, sino para contemplar la Cruz como el símbolo de la victoria del Señor. El pecado de la humanidad fue precisamente la desobediencia a Dios, en los orígenes de la humanidad (de ahí el nombre de pecado original) y perdimos la gracia. Pero este rey que entró triunfante a Jerusalén ha salido victorioso en la cruz y con su obediencia, recuperamos la gracia y hemos vuelto a la presencia del Padre. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez* .