*XIV ORDINARIO/B. I.- COMUNIQUES MIS PALABRAS (Ez 2,2-5).* El libro del profeta Ezequiel abre con dos visiones: la del carro de Yahvé (cap. 1) y la del libro (caps. 2 y 3); ésta segunda, comienza indicando que estamos de cara a una acción totalmente divina, en la que intervienen la Palabra (2,1) que se pronuncia y el Espíritu (2,2) que invade al profeta (lo que nos recuerda Lc 4,18), lo pone de pie (porque Dios está presente) y le habla (se comunica con su pueblo). Los vv. 1 y 3 contienen un título -“hijo de hombre”- que subraya la distancia entre Dios (Santo) y el hombre (pecador), con el cual el Señor lo llama para enviarlo; el objetivo que se persigue es que Israel sepa que, en medio de él, hay un profeta y para que esto ocurra se desencadena una serie de acciones: Dios envía a Ezequiel a los israelitas para que les comunique las palabras de Yahvé y, por su parte, Israel es un pueblo rebelde que se ha sublevado y ha traicionado, son testarudos y obstinados. Es impresionante esta larga descripción, nada halagadora, que se hace del pueblo elegido y que, sin embargo, de todos estos males debe curarlo la Palabra que el hijo de hombre debe pronunciar, puesto que para eso ha sido enviado. *II.- SE PREGUNTABA CON ASOMBRO (Mc 6,1-6).* Después de haber resucitado a la hija de Jairo, Jesús se dirige ahora a su tierra, a Nazaret, acompañado de sus discípulos y, por el dato que nos transmite san Marcos, Jesús estuvo algunos días ahí, ya que “cuando llegó el sábado” se dirigió a la sinagoga para enseñar. Resulta curioso que en un primer momento la multitud haya reaccionado con asombro para luego cambiar bruscamente de actitud; mucho nos ayudará leer también Lc 4,16-30, que contiene un relato paralelo en el que Jesús lee el texto de Is 61,1-2a que proclama la misión del profeta y Jesús cierra el discurso diciendo “esto que acaban de oír, hoy se ha cumplido” (Lc 4,22). La expresión del Maestro, hace que la muchedumbre pase del asombro al desconcierto y comience a hacer gala de sus conocimientos “humanos” sobre Jesús y aparece una serie de preguntas que, prácticamente, se responden a sí mismas; de pronto todos saben mucho sobre Jesús, pero no se dan cuenta de que ya no están escuchando al nazareno y esto es lo que provoca que no haya realizado ningún milagro en su tierra. La actitud del pueblo recuerda la misma del faraón en el libro del Éxodo ante cada prodigio que Dios realizaba en su presencia, cada vez endurecía más y más el corazón. Y hay que notar con qué sencillez anota el evangelista que Jesús, ante esta falta de fe, se fue a enseñar en los pueblos vecinos. *III.- SOY MÁS FUERTE (1Co 12,7-10).* El texto de hoy se mueve en el contexto de la apología que san Pablo hace de sí mismo y de su ministerio apostólico (III parte, caps. 10-13). Prácticamente se ve obligado a elogiarse a sí mismo, aunque está convencido que eso no produce utilidad alguna; por un lado, experimenta la sublimidad de las revelaciones que ha tenido a partir de su encuentro con Cristo, en el camino a Damasco, hasta el presente; y, por otro, la debilidad del ser humano, cosa que le lleva a comprender que nuestra respuesta y nuestra colaboración al proyecto del Reino de Dios, se llama “debilidad” y que a ésta le basta la gracia para ser, no solamente fuerte, sino más fuerte. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*