PSIC. GENOVEVA MUÑOZ ALVAREZ MASTER EN EDUCACION Y TERAPIA FAMILIAR
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CÓMO APRENDER A SER RESILIENTE (parte 4)
Ser resiliente es desarrollar la capacidad de sacar lo mejor de sí cuando hay obstáculos en la vida que le impiden ser feliz.
Para desarrollar resiliencia es necesario primero:
o Conocerse a sí mismo.
o Identificar cómo interpreta el entorno.
o Aprender a comprender que cada persona tiene su propia interpretación del entorno y ello genera una gran diversidad de respuestas en los seres humanos.
Lo siguiente es enfrentarse al estrés, a aquello que rompe tu zona de confort, tu estabilidad, tu comodidad. Al hacerlo hay que aprender y practicar:
1. Límites claros y firmes. Tener claro hasta dónde puedes.
2. La creatividad. Tener la capacidad de visualizar más de una opción de respuesta ante lo que se está viviendo.
3. La adaptación. Es la manera por medio de la cual el individuo cambia su entorno y se modifica a sí mismo para ajustarse a su realidad.
4. Vínculos fortalecidos. La convivencia con otros individuos fortalece y desarrolla mayores habilidades para afrontar la vida.
5. Incentivar. Es impulsar a uno mismo y a terceros a ser mejor persona en todos los ámbitos de su vida.
6. Responsabilidad ante la vida. Dar respuesta a la vida de manera consciente y asumiendo las consecuencias de los propios actos.
7. La salud. Se define como el estado en que el individuo no tiene ninguna alteración del funcionamiento normal en su organismo.
8. La familia. La resiliencia inicia desde la familia, la interacción que se sostiene con ésta es fundamental para el sano desarrollo del individuo y así mismo para que éste logre desarrollar su resiliencia sin inconvenientes. Se espera que haya una relación de apoyo entre los padres, y de éstos hacia el hijo(a) que genere confianza en el niño y logre una comunicación abierta.
Una comunicación sin miedo, sin reservas en donde se puedan transmitir las ideas y las experiencias sin intimidación o miedo. La familia será un lugar en donde el pequeño pueda expresarse tal cual lo desea o necesite.
Debe ser un espacio en donde el menor se sienta con la oportunidad de ser él mismo sin temor a ser juzgado, criticado, regañado, sometido, lastimado, herido, agredido. Debe ser un lugar que proporcione estabilidad. Si esto se logra se dará lugar a un ser humano capaz de confiar en sí mismo y tener la capacidad de dar respuestas rápidas ante la vida, sin temor a equivocarse y confiado en que puede afrontar y resolver lo que se le interponga, un ser independiente, equilibrado entre sus sentimientos y pensamientos, así como en sus actos. Será arriesgado con criterio y capacidad de resolución, dicha resolución también será respuesta de la creatividad desarrollada.
El papel de la familia es fundamental, ya que en ella es en donde se inicia el ensayo y error de la vida, y la forma en la que se perciba el trato en la misma, es como se proyectará hacia el exterior, hacia la sociedad.
9. Habilidades sociales. La facilidad con la que las personas pueden entablar relaciones con otros y sobrellevar las vivencias en conjunto del día a día es lo que determina su habilidad social. Hay quiénes visualizan a los demás como amenaza, como confiables, amigos, leales, desleales, problemáticos, compañeros, y demás perspectivas, que como se mencionó antes nacen de la relación familiar y el tipo de convivencia con ésta.
El arte de relacionarnos con los demás requiere de todo lo antes mencionado y habilidades sociales básicas como el saber escuchar (pero cómo escuchar a los demás si no se aprende primero a escuchar a sí mismo, a escuchar su cuerpo, sus necesidades, sus dolencias, sus sentimientos, sus miedos), quien no se escucha a sí mismo difícilmente podrá escuchar a los demás; saber preguntar (para saber hacerlo es necesaria la empatía y tener claros los límites, cuenta mucho el cómo se pregunta más que lo que se pregunta. Las preguntas deben ser claras, precisas y muy respetuosas. La empatía facilita identificar si es el momento de cuestionar o el momento de callar), dar gracias (ser agradecido con los demás por permitir el acercamiento con ellos, por confiar, por la oportunidad de compartir, de intimar, de convivir, de formar parte el uno del otro. teniendo presente que no es obligación de nadie estar para el otro, sino una entrega y decisión contante), en poder mantener una conversación (tener de qué hablar, contar con la seguridad e interés de hablar con otro de lo que surja en el momento sin temor, tener la habilidad de expresar las ideas, transmitirlas, así como los sentimientos. También es la apertura de compartirse con el otro, ya que al hablar de sí mismo o de otros se muestra y expone la propia ideología, manera de actuar y de sentir), saber despedirse (identificar el momento oportuno para dar fin al momento compartido, poseer el tacto de cerrar dicho instante), presentarse (saber cómo introducirse a una conversación, cómo iniciar la plática o convivencia con el otro, cómo introducirse en la vida o momento de vida del otro, hacerlo de manera respetuosa y responsable), elogiar (resaltar las cualidades observadas en otro individuo con respeto y prudencia, es una forma de resaltar también la propia capacidad de asombro, reconocimiento del otro, humildad y empatía).
Y otras habilidades un poco más complejas como el saber disculparse (reconocer el error cometido, el daño realizado y el deseo de enmienda no es algo fácil, para lograrlo es fundamental tener claro el lugar que se posee en la vida y el lugar del otro. Es tomar conciencia que lo soy todo con el otro y una parte minúscula en comparación con el todo, implica sabiduría, conciencia y espiritualidad), pedir ayuda (para quienes han tenido dificultades con las relaciones sociales y sus experiencias con el entorno es un aspecto muy complicado de cubrir, pues se mira a los demás con temor y recelo en vez de alegría y oportunidad de crecimiento. Pedir ayuda no es tan fácil como parece, también implica el abrirse al otro y reconocer la vulnerabilidad personal ante tal o cual circunstancia. No obstante, quien lo practica tiene la oportunidad de crecer cada vez más a nivel de conocimiento, de habilidad social y de forma espiritual); lo mismo sucede en situaciones como afrontar las críticas, admitir la ignorancia, entre otras.
La resiliencia puede desarrollarse a edades tardías, sólo es necesario poner en práctica lo descrito. Obviamente si todo ello se le proporciona al niño en edades tempranas le será de ayuda en la vida y facilitará su comprensión y utilidad.
Puede suceder que las experiencias pasadas limiten los nuevos aprendizajes volviéndolos complicados, no obstante, es posible alcanzar el desarrollo de la resiliencia pues es una habilidad que todo ser humano posee.
Si detectas necesidad de desarrollar algunas de estas características y no sabes cómo, o has intentado y observas que algo te lo dificulta o impide, busca ayuda profesional que pueda orientarte y apoyarte a encontrar el camino que te redirija a tu interior, sane heridas y desarrolle tu resiliencia.
Recuerda que buscar ayuda a tiempo reduce mucho el sufrimiento y que ante el sufrimiento buscar ayuda es mejor opción.