*XXI ORDINARIO/A. I.- (Is 22,19-23).* El oráculo que hoy nos ocupa se enmarca en la amenaza de la invasión a Jerusalén de parte de Senaquerib y sus pueblos aliados y el reproche de Yahvé a sus habitantes que hicieron caso omiso a la llamada a la penitencia y al duelo; por el contrario, lejos de responder a su Dios, hubo fiesta, jolgorio y vino, porque habían fortalecido la muralla y se habían abastecido de agua y provisiones para resistir el asedio del enemigo. En medio de todo esto está la figura de Sebná, un extranjero que había alcanzado el puesto más alto en el palacio real. En el antiguo Egipto, el visir era el responsable de abrir y cerrar las puertas del palacio, en Israel esta función correspondía al Mayordomo (el mayor de la casa) para seguridad del rey, de modo que nadie más que él podía abrir o cerrar, él custodiaba las llaves de palacio. Se anuncia el llamado de Eleacín para sustituir a Sebná quien por su conducta ya no era agradable a Yahvé, los poderes los tendrá ahora Eleacín y como signo de ello se pondrá la llave sobre sus hombros. Su actitud sera diferente, será como un padre para Jerusalén y motivo de seguridad para sus habitantes. *II.- YO TE DARÉ (Mt 16,13-20).* Jesús hace dos preguntas a sus discípulos que progresivamente los lleva a la comprensión del Misterio que se está revelando: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Se subraya que la respuesta de Pedro no es de origen humano, sino que es una especial revelación que el Padre concede a Pedro, ya que él será el sucesor del Maestro, el Vicario de Cristo y, por tanto, el responsable de confirmar a sus hermanos en la fe. Jesús concede a Pedro el honor de presidir el Colegio Apostólico, de ser la cabeza visible de la Iglesia con el poder de atar y desatar, tanto en el cielo como en la tierra, porque así de asombroso y misericordioso es el Señor. Pedro tiene ahora las llaves del Reino de los cielos y se convierte en cimiento de la Iglesia que estará por encima de los poderes del infierno. *III.- TODO PROVIENE DE DIOS (Rm 11,33-36).* La conclusión del capítulo 11, presenta este himno al poder salvífico de Dios, que comienza por contemplar el Misterio revelado en Cristo, pues cuando aún éramos pecadores Él nos reconcilió con el Padre, le desobedecimos y el Padre envió a su Hijo nacido de mujer, nos alejamos y viene a nuestro encuentro. San Pablo comprende que esto es un Misterio que nos rebasa y nos envuelve totalmente, porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. Amén. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez* .