SENTIDO COMÚN
Como si fuera el juego de “lo que hace la mano hace la tras”, el gobierno de Tabasco seguirá el ejemplo del Congreso de Oaxaca, para presentar una iniciativa de ley que prohíba la venta de los llamados alimentos chatarra a menores de edad, no nada más en las escuelas sino en todo lugar.
Luego de que en Oaxaca se prohibió la venta de alimentos no saludables a los niños y adolescentes, en breve el gobierno de Tabasco promoverá reformar la Ley General de Salud para prohibir la venta, distribución y promoción de productos no saludables a menores de edad.
Esta reforma aprobada recientemente en Oaxaca es pionera en el país y ha sido bien recibida por las autoridades de salud, incluso por organismos internacionales, pero no así por las cámaras empresariales de México que la ven como una afrenta a las empresas que elaboran este tipo de productos llamados chatarra y las refresqueras.
Aun cuando la intención es proteger a los menores, procurando que se alimenten sanamente, los empresarios no lo toman así, ya que sus ventas se verán afectadas considerablemente.
Sin embargo, para promover la nutrición saludable no nada se debe prohibir la venta de estos productos a los niños, sino también es necesario crear conciencia entre los padres de familia y los menores, incluyendo una materia en el plan de estudios enfocada a llevar una buena alimentación para tener una vida saludable.
Puede ser que esta medida prohibicionista sirva para que los menores se alimenten sanamente, pero es en la casa donde se les tiene que enseñar a comer bien, porque es muy común que los padres manden a sus hijos a la tiendita o al Oxxo a comprar la acostumbrada Coca Cola de 2 litros que no puede faltar en la mesa de los mexicanos.
En efecto ha proliferado la obesidad entre los menores, pero también la hay entre los adultos, que tienen por costumbre consumir alimentos con alto contenido calórico, sodio y azúcares.
No es prohibiendo la venta de estos productos a los niños como se va a evitar que caigan en la obesidad, en la diabetes o que contraigan alguna enfermedad metabólica, porque los productos pueden estar a su alcance, pero lo importante es que tengan conciencia del daño que les puede causar consumirlos en exceso y que pueden ser sustituidos por otros productos bajos en grasas y azúcares.
Seguramente esta política prohibicionista será ejemplo para otros estados que comulguen con estas ideas y que promoverán reformas similares, sea para proteger a la infancia o para hacerle la vida difícil a la industria alimenticia. Pero sin la menor duda, quienes pagarán los platos rotos serán las misceláneas y las
tiendas de conveniencia, en caso de ser sorprendidas vendiendo comida chatarra o refrescos a un menor de edad. Así que adiós a la chispa de la vida