*DOMINGO DE PENTECOSTÉS/A. I.- PARA PERDONAR (Jn 20,19-23).* La expresión que utiliza san Juan, nos recuerda la afirmación hecha en el capítulo 19,30b: “E inclinando la cabeza entregó el espíritu” indicando de este modo que comienza un nuevo tiempo, una nueva etapa para la humanidad. En Gn 2,7 el hombre, hecho del barro de la tierra, recibe el aliento de la vida y se convierte en un ser viviente para continuar moviéndose en esa atmósfera de la inmensa obra divina. Por esto al decir “al anochecer del día de la resurrección” nos está indicando que con su Muerte y su Resurrección, Cristo ha entrado nuevamente a la eternidad; todo ocurre el mismo día: Resurrección, la aparición a María Magdalena y la primera aparición a los discípulos. El saludo clásico de los judíos, el shalom, sale de los labios de Jesús para identificarse a los suyos y ahuyentar el temor que los dominaba. Enseguida el evangelista enumera algunos efectos de esta primera aparición: a).- Se llenaron de alegría, al saberse perdonados, pues habían abandonado al Maestro en el Getsemaní y, a cambio, es Él quien viene a su encuentro; es el gozo que brota del corazón al experimentar el amor y el perdón divinos. No se trata de una alegría pasajera, sino que es permanente, porque el Amor es eterno. b).- La Misión. Amados y perdonados, ya están listos para poner en práctica las palabras del Señor, antes de la Ascensión (cfr. Mt 28,19-40; Hch 1,8). La obra para la cual el Hijo fue enviado es puesta ahora, en las manos de los discípulos, son ellos los continuadores de la misma misión, hasta el final de los tiempos. c).- El Espíritu Santo. Como hemos dicho “huele” a creación, a una Nueva Creación al participar ya del Espíritu divino, con la consigna de hacer, lo que el Señor ha hecho ya en nosotros: para perdonar los pecados, porque la obra del Padre y del Hijo es reconciliarnos con Él y para eso nos ha dado el Espíritu Santo. *II.- TODOS LOS DISCÍPULOS (Hch 2,1-11).* Encontramos dos afirmaciones en este texto que podrían parecer exageraciones de parte de san Lucas, pero veamos detenidamente cada una de ellas. 1.- Todos los discípulos … un mismo lugar. ¿Cuántos eran? Generalmente pensamos y juzgamos con los criterios de nuestra época y podríamos incluso pensar en el aforo de un estadio moderno y la inauguración de los Juegos Olímpicos. Pero recordemos las instrucciones de Jesús en Hch 1,4, no apartarse de Jerusalén y aguardar la Promesa del Padre. Esto justifica la expresión inicial. 2.- Judíos … de todas partes del mundo. Esto parece más exagerado aún, pero todo se aclara si tenemos en cuenta “del mundo conocido en ese tiempo” y que muchos judíos vivían fuera de Palestina y que estaban en Jerusalén para celebrar la fiesta de Pentecostés (cfr. Tb 2,1), que originalmente era la fiesta de las Semanas (7) que paulatinamente se convierte en la fiesta de la entrega de la Palabra y que tanto Ex 23,14 como Lv 23,15-21, la ponen entre las tres fiestas que solamente se podían celebrar en Jerusalén. Las maravillas de Dios, solamente se entienden desde el amor y ésto es lo que sorprendió a todos los que estaban en la ciudad santa, el ejercicio de la caridad de parte de unos humildes pescadores y agricultores galileos. Mínimo había que llevarles tortas, agua de Jamaica, facilitarles el uso del baño, etc. y esto sólo es posible cuando se posee el Espíritu. *III.- PARA EL BIEN COMÚN (1Cor 12,3-7. 12-13).* San Pablo no puede entender a la Iglesia si no es una Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo; Mt 12,32 afirma que al que diga una palabra contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro y en Flp 2,11 proclamamos que Jesucristo es el Señor. Así pues, bautizados en un mismo Espíritu, formamos un solo cuerpo y por esta razón todo carisma es para el bien común, para construir. Lo que divide no es de Dios, viene del diablo, aunque parezca tener más éxito, pero si divide, ahí no está Dios. Por eso 1Jn 4,1-3 exhorta a examinar si los espíritus son de Dios, pues no todos son de Dios. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*