*SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR/A. I.- YO ESTOY CON USTEDES (Mt 28,16-20).* Los evangelios inician afirmando la naturaleza divina de Jesucristo. Mateo dedica el primer capítulo (1,1-25) para explicar que el embarazo y el hijo de María, es obra del Espíritu Santo; Marcos, en cambio, anuncia a Jesucristo como el Hijo de Dios, en un sólo versículo (1,1), en cambio san Lucas presenta todo un diálogo entre la joven galilea y Gabriel para anunciarle que ella será la Madre del Hijo de Dios (1,26-38). San Juan inicia su escrito evangélico, mostrando la naturaleza divina de Jesucristo (1,1-18) y, en consecuencia, su eternidad y cómo a través de la Palabra se hizo todo, es decir, la creación. Y san Pablo, en su hermoso himno cristológico de Flp 2,6-11, muestra en forma, diríamos circular, las grandes etapas del Señor: Preexistencia divina, Encarnación, Muerte en la cruz, Resurrección y Glorificación. Y hoy la Iglesia celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor, siguiendo con la contemplación del Misterio de nuestra salvación en Cristo muerto y resucitado, quien antes de volver al Padre, envía a sus discípulos con poder para hacer discípulos a todos los pueblos, pues la salvación es para todos los hombres y, por lo tanto, la Iglesia es enviada a todos (de ahí el nombre de Católica); a bautizar, porque la vida de la gracia llega o comienza a partir del Sacramento del Bautismo (cfr. Rm 6 y 8) y, finalmente, a enseñar a vivir conforme al Evangelio de Jesucristo, que está con su Iglesia hasta el fin del mundo. *II.- LO OCULTÓ A SUS OJOS (Hch 1,1-11).* El libro de Hechos, al igual que el Evangelio, da la sensación de que san Lucas lo dirige o dedica a una persona en particular, pero recordemos que Teófilo viene del griego Teós (Dios) y Filos (amigo), así que ambos escritos van dirigidos a todos los hombres. La escena ocurre, o al menos inicia en casa, es una imagen que evoca los orígenes de la Iglesia doméstica, la que comenzó en las casas con la Eucaristía (mesa) el Espíritu Santo y el mandato misionero. Pero es fundamental responder a la presencia y acción del Espíritu Santo para entender la obra de Jesucristo, para continuarla en la historia hasta el final de los tiempos. Con su pregunta, parece ser, que los discípulos quieren conocer o saber el futuro, con el riesgo de olvidar el presente que nos toca vivir y evangelizar. Ciertamente que la nube lo ocultó a sus ojos, pero eso no significa necesariamente “ya no verlo”; seguimos mirando a lo alto, porque de ahí procede la salvación que ya estamos viviendo en la tierra. Preparamos nuestra eternidad en la tierra, viviendo el Evangelio. *III.- A LOS QUE SON SUYOS (Ef 1,17-23).* San Pablo inicia esta carta con un himno cristológico que canta el plan divino de la salvación, afirmando al final del versículo 13, que hemos sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa. Por esta razón, en su oración, pide para toda la Iglesia espíritu de sabiduría y de revelación que nos permira conocer al Padre; luz para comprender la esperanza que nos da su llamamiento y la herencia gloriosa y rica que da a los que son suyos, como también la grandeza de su poder con el que resucitó a Cristo y lo sentó a su derecha, constituyéndolo en cabeza suprema de toda la Iglesia. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*