PSIC. GENOVEVA MUÑOZ ALVAREZ MASTER EN EDUCACION Y TERAPIA FAMILIAR
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El juego es toda actividad que genera diversión en el pequeño, a través del cual explora el mundo, se conoce a sí mismo en diversos contextos, examina a otros, aprende y deja volar libre su imaginación, todo en uno. Es el idioma perfecto para hablarle a los niños, aunque pareciera tan sencillo es también complejo, no para él sino para el adulto. Si el mayor desea brindar un aprendizaje al pequeño, tiene la responsabilidad de buscar, identificar el juego idóneo para que eso que busca enseñar pueda ser comprendido, asimilado y aprendido por el menor.
Eh aquí la necesidad de identificar la importancia del juego en los niños, su utilidad, para qué sirve, qué tipo de juegos son los mejores y porqué, cuáles se deben evitar y cómo perjudican, y recomendaciones para cambiar malos hábitos de juego.
La infancia es una etapa de desarrollo en el individuo y de acuerdo a las capacidades desarrolladas por dicho sujeto es el tipo de juego que llevará a cabo, por lo tanto, el juego es la forma en la que el pequeño tiene contacto con la vida y su forma de jugar es el cómo la está asimilando.
Si se observa a un infante jugar y se pone atención en los papeles que elige para representar, los diálogos que utiliza, las palabras que emplea, las frases que emite, lo que actúa, incluso el juego que escoge, se puede identificar lo que piensa de la vida, lo que está aprendiendo de ella, la forma en la que está aprendiendo a enfrentarla, la manera que está encontrando para expresar lo que cree y siente, lo que le gusta, lo que le llama la atención, lo que no le gusta, lo que aprueba, lo que desaprueba, lo que le causa conflicto y más.
El juego para ser funcional requiere cubrir ciertos requisitos:
1. Permitir la exploración. El juego es una actividad que debe permitir al jugador la oportunidad de escudriñar su entorno, a sí mismo, a sus compañeros, los objetos, las situaciones que se manifiestan; debe proporcionar apertura al conocimiento.
2. Ser fuente de desarrollo. Es decir, la actividad recreativa debe ocuparse como terapia para desarrollar las diferentes áreas de desarrollo del menor: su motricidad fina (movimientos que realiza con sus manos y pies), motricidad gruesa (movimientos que realiza con sus brazos, piernas y tronco), su lenguaje (la capacidad de hacer uso de las palabras para comunicarse), su independencia, su socialización, sus habilidades cognitivas (sus capacidades de pensamiento, análisis, deducción, comprensión, memoria, atención, razonamiento, entre otras), su inteligencia emocional (la empatía, la tolerancia, el manejo de las emociones y sentimientos), su comportamiento (conducta y habilidades de afrontamiento). El juego es una de las herramientas potenciales para educar a un niño.
3. Brindar aprendizajes de vida. Desarrollar habilidades de afrontamiento ante diversas situaciones de vida, aprender las reglas básicas de socialización (respeto, cortesía, honestidad, tolerancia…), descubrir cómo resolver diferencias y llegar a acuerdos, respetar reglas, respetar turnos, practicar situaciones hipotéticas y valorar las diversas respuestas posibles, aprender a escuchar, a expresarse…
4. Ser divertido. Toda actividad que no es placentera y satisfactoria, que no es divertida, no es juego. El esparcimiento no puede ser obligado, forzado, condicionado puesto que perdería lo divertido y dejaría de ser juego. Las actividades recreativas deben llevarse con libertad e interés y sin obligación, favoreciendo la socialización, sin esperar nada a cambio que no sea lo placentero que ya conlleva su práctica, para poder facilitar en el niño su proceso de auto afirmación, auto confianza y seguridad en sí mismo.
Los juegos varían de acuerdo con la edad del infante, ya que dependiendo de ella son las habilidades y capacidades que posee. Los bebés al nacer comienzan a explorar el mundo a través de sus sentidos, la boca (la lengua), los ojos, los oídos, las manos (los pies, la piel), la nariz; por lo que, sus juegos estarán enfocados en ello. También comienzan a tomar conciencia de su cuerpo y lo que pueden hacer con él, esto sucede alrededor de los 0 a los 2 años.
Diversiones de ésta etapa son el morder el pezón de la madre, hacer sonidos guturales para escucharse o escuchar a otros, chuparse el dedo de la mano o del pie, tirar el chupón (a lo que espera que otra persona se lo devuelva y así repetir la acción), dejar caer la mamila y recogerla, chupar cosas, golpear una sonaja u otro objeto, subir y bajar de la cama u otro lugar, guardar y sacar, lanzar y buscar el objeto perdido, caminar, correr; emitir sonidos, palabras o frases para generar respuesta en otro individuo, entre otros. A este tipo de actividades se les conoce como juego práctico.
Es imprescindible conocer el proceso evolutivo del crío para acertar en la actividad recreativa para él o ella, ya que de lo contrario puede no tomar interés, aburrirse o no comprender en qué consiste el mismo. Lo cual puede resultar frustrante para el adulto responsable.
De los 2 a los 6 años los juegos consisten en representar aquello que no está presente, utilizando una cosa para simbolizar otra, haciendo a los objetos lo más importante en esta etapa. El niño juega con ellos y ocupa su experiencia con el mundo para imaginar lo que desea, por ejemplo: una muñeca puede representar una niña o un bebé, un palito una varita mágica, una caja un coche, un palo un caballo, un bote una pelota, un dedo una pistola, una sábana una casa de campaña, una tina una cubeta, una pared un pizarrón, un colchón un brincolín, un colchón una resbaladilla, un palo una espada, un muñeco de peluche un niño con quién jugar, una zanahoria un micrófono, …
También se da el representar a otras personas, otros roles o personajes como cuando juegan a ser la maestra de la escuela, imitan a mamá, imaginan estar en un temblor, cocinan de mentiritas, ser un superhéroe, ser un cantante; como cuando se disfrazan y apoderan del personaje creyendo ser una princesa, una reyna, un pirata, un chofer, un bombero, un policía, un cartero, una estilista…