*III CUARESMA/A. I.- PARA QUE BEBA EL PUEBLO (Ex 17,3-7).* La salida de Egipto, supuso para el pueblo de Israel la liberta, el fin de la esclavitud y de la opresión, hecho que celebraron de un modo muy peculiar en Ex 15, después de haber atravesado el mar Rojo y de haber llegado a la otra orilla del desierto, que es el lugar donde precisamente descubren la otra cara de la moneda: para ser libres tuvieron que dejar muchas seguridades, se desprendieron de muchas cosas que les garantizaban la supervivencia, a pesar de la sujeción en que vivían. Ahora tienen sed y por fin entienden que lo que les sobraba en país del Nilo y que, hasta cierto punto despreciaron, les resulta indispensable para sobrevivir y es esta situación la que les hace plantearse si hicieron o no lo correcto. Justo ahora se preguntan el por qué de la salida del país del faraón: ¿para hacernos morir de sed o para darnos una nueva vida? Esta rebelión -duda- y el haber tentado a Yahvé, les ha llevado a comprender que el Señor los sacó de Egipto con brazo extendido y mano poderosa y que, por tanto, puede darles agua y mucho más que eso, puede darles la vida. *II.- DAME DE BEBER (Jn 4,5-42).* El diálogo entre Jesús y la samaritana comienza con el tema del agua (término que aparece siete veces, para darnos idea de la importancia del asunto en este relato), ya que Jesús comienza a hablar con esta mujer de algo que a ella le interesa de un modo muy particular al decirle “dame de beber”. El Creador le pide a su creatura un elemento vital, el agua. Esto sirve para que Jesús se presente como el Mesías, el que daría el agua viva a todo el mundo, capaz de dar la vida eterna. Asocia el agua con la vida, partiendo de la experiencia de Israel; Él es el dador de la vida eterna porque Él es el Mesías. La mujer, al comprender esto, se convierte en misionera al invitar a todo el pueblo para escuchar al hombre que le ha dicho todo cuanto había hecho, al punto, que el episodio culmina con la confesión de fe: Él es el Salvador del mundo. *III.- MURIÓ POR LOS PECADORES (Rm 5,1-2.5-8).* La afirmación de san Pablo es contundente: estamos en paz con Dios, porque hemos sido justificados por la fe, por mediación de nuestro Señor Jesucristo, ya que Él murió por los pecadores y, con esto, hemos entrado al mundo de la gracia con la esperanza de participar en la gloria de Dios. La prueba de que Dios nos ama, es que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*