*II ORDINARIO/A. I.- QUE MI SALVACIÓN LLEGUE (Is 49,3.5-6).* Previo a este oráculo encontramos el anuncio de que el destierro ha llegado a su fin y se invita al pueblo de este modo: “salgan de Babel, salgan de Caldea y anuncien que Dios ha rescatado a su pueblo (cfr. Is 48,20-22), para en seguida abrir el segundo canto del siervo del Señor, quien ahora es todo el pueblo de Israel, en quien Dios se gloriará. El siervo tiene conciencia de que fue elegido desde el seno materno para una misión especial y bien específica: ser servidor de Yahvé (cfr. Ex 20,1-5a) y hacer que el pueblo, no solamente volviera a su Dios, sino que también debe regresar a la unidad perdida tras la muerte del rey Salomón (cfr. 1Re 12,20-25, la división política y Ex 12,26-33, el cisma religioso). La segundaa parte de la encomienda tiene como destinatario inmediato al pueblo de la alianza, pues si el Señor su Dios es el Dios de la unidad, es uno, un pueblo dividido no podrá nunca anunciar, ni testimoniar al Señor; pues para decir que Yahvé es el Dios de Israel, éste deberá ser también un solo pueblo, tema que asumirá san Pablo en su llamado a la unidad en Ef 4,4-6. Tarea nada fácil para el siervo, pero lo cierto es que estaba convencido de que el Señor es su fuerza y por eso se lanza confiadamente a la tercera parte de su misión: ahora está listo para dirigirse a los pueblos paganos para iluminarlos con la Palabra y con con su conducta, una actitud nueva que ahora sí corresponde a la verdad que anuncia: “El Señor nuestro Dios es uno, es el único” (cfr. Dt 6,4) y que su salvación llega a toda la tierra, porque la ley está en medio de su corazón *. II.- EL HIJO DE DIOS (Jn 1,29-34).* Recordemos que en los versículos del 19 al 28 tenemos la escena del testimonio de Juan el Bautista ante la pregunta de los sacerdotes y levitas enviados por los fariseos desde Jerusalén, a quienes Juan les responde diciendo “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes está uno a quien no conocen” (Jn 1,26). Tenemos dos puntos a destacar: ya está entre ellos y no le conocen; ¿cómo poder reconocerlo? Primero nos ha dicho que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, enseguida sobre Él desciende el Espíritu Santo, es quien ha de bautizar con el Espíritu Santo. Y aquí está la clave: “yo lo ví y doy testimonio de que Éste es el Hijo de Dios”: ya lo viste, ahora anúncialo. *III.- PUEBLO SANTO (1Cor 1,1-3).* Escuchamos ahora el saludo inicial de la primera carta de san Pablo a los corontios, destacando las acciones del Señor: los santificó y ahora son su pueblo santo, es decir, los rescató del pecado y de la muerte, pero quiso salvarlos convocándolos a formar un solo pueblo, nos salvó de modo personal para formar un pueblo santo y elegido, la Iglesia, que camina en el Amor y con su Señor. Vivamos intensamente la salvación que nos ha dado el Señor. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez*