Por Gabriel García-Márquez
La intención de crear las diputaciones plurinominales se remonta a los tiempos en que el Partido Revolucionario Institucional ganaba en todos los procesos electorales y aun cuando había partidos de oposición, éstos no lograban alcanzar ni un escaño, por lo que tanto el poder legislativo como el ejecutivo estaban en manos absolutas del PRI. Así que los candidatos de los partidos de oposición de ese entonces como el PAN, PARM y PPS aun cuando lograban obtener cierto número de votos, no eran suficientes para dar representación a sus electores.
De modo que para que hubiera un equilibrio de poderes y se pudiera defender la democracia, se creó la figura de las diputaciones de representación proporcional, mejor conocidas como plurinominales. Con esta figura comenzaron a tener voz quienes votaban por los partidos contrarios al PRI y que tenían otra visión de la política mexicana y querían un país distinto.
De esta manera comenzaron a llegar los diputados del PAN al congreso y poco a poco fueron ganando espacios hasta lograr ser escuchados por el pueblo, convirtiéndose en un contrapeso importante. Posteriormente llegarían los partidos de izquierda y el resto de la historia ya lo conocemos todos.
Ahora resulta paradójico que quienes antes se quejaban de no tener representación en la cámara de diputados e incluso en la de senadores, pretendan desaparecer la figura de las plurinominales, argumentando un ahorro de dinero, porque sí se crearon fue precisamente para darles voz y voto a las minorías; sin embargo, ahora que son mayoría pretender extinguir la herramienta que los llevó al poder.
Sin duda este método de elección tiene sus ventajas y sus desventajas. Las ventajas son que los distritos son más equitativos y facilitan la participación de distintos equipos en la nominación de los partidos y el número de representantes es variable y acorde con el tamaño del territorio. Las desventajas son que no hay relación entre el representante y el elector, así como se quita la responsabilidad otorgada por el elector.
En cada sexenio ha surgido la propuesta de la desaparición de los plurinominales; sin embargo, las minorías se han opuesto siempre previendo perder representatividad en las cámaras. Sí, en efecto se lograría obtener un ahorro significativo, pero por otro lado los partidos pequeños perderían la oportunidad de alcanzar un escaño y la posibilidad de participar en el debate legislativo.
Cuando así ha convenido al partido en el poder, han tratado de estigmatizar a los pluris llamándolos vividores o saqueadores, inmerecedores de tener una curul, pero no hay que perder de vista que sin los plurinominales jamás se habría dado una transición pacífica y democrática como la que se ha dado en México.
El problema no es la forma en que llegan al poder los pluris, sino la forma en que los escogen los partidos que los postulan, ya que representan intereses personales o de grupo y no a los ciudadanos. Por eso la costumbre es nominar por esta vía a quienes van a defender los intereses de los partidos, exgobernadores, exlegisladores o exservidores que tienen cierta experiencia y conocimiento de la ´política y la administración pública.
El caso es que el tema vuelve a estar en la palestra, pero su reducción o desaparición no fructificará, porque de lograrlo siempre se correrá el riesgo de perder espacios en el congreso tarde o temprano.
Así que quienes piensan que es momento de que los plurinominales desaparezcan están equivocados, porque es un arma de doble filo que no conviene para mantener el equilibrio, lo que sí podría hacerse un estudio para reducir el número y tal vez desaparecer a los senadores plurinominales, más no a los diputados.
No hay que olvidar que nos costó mucho tiempo llegar a este equilibrio democrático como para perderlo de un plumazo. Hoy el balón está en poder de Morena, mañana no sabemos quién se apoderará de él.