La ley no exime a nadie, absolutamente a nadie, de su cumplimiento. Es decir, nada fuera de la ley, aunque se trate de una decisión presidencial.
Nada fuera de la ley; nadie por encima de la ley. Así lo sentenció el presidente al expresar su beneplácito porque en el Congreso de la Unión los diputados “optaron por lo correcto”; no modificar la ley de modo que permitiera a Porfirio Muñoz Ledo prolongar su periodo como presidente de la Mesa Directiva. Nada fuera de la ley. Se hizo lo correcto, dijo el mandatario. Y durante esos segundos de indebida intromisión en las tareas legislativas, más de alguno recordó las excepciones a tan categórica aseveración.
Nada fuera de la ley. Habría sido incorrecto modificarla para permitir la reelección de Muñoz Ledo, pero aparentemente, hacer lo mismo para abrir la puerta a que Francisco Ignacio Taibo dirigiera el Fondo de Cultura Económica no fue incorrecto.
Nada fuera de la ley, pero aunque la ley no previera la validez de encuestas para que el presidente tome decisiones y responda por ellas, se consultó “al pueblo” de manera sesgada la absurda cancelación de la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional capitalino.
Nada fuera de la ley, excepto la adjudicación de contratos millonarios sin las licitaciones públicas que ordena la legislación, pero que para el régimen actual son innecesarias porque los funcionarios actuales son honestos, y la ley es para los deshonestos.
Nada fuera de la ley, excepto la creación de un Instituto para devolver “al pueblo” lo robado, ocurrencia absurda que, echando por tierra los más elementales principios de la ley y la justicia, da por sentado, sin pruebas de por medio, que alguien le robó “al pueblo”, pero ya llegó el Robin Hood tabasqueño para devolverle sus pertenencias.
Nada fuera de la ley, sin embargo, aunque el presidente estuviera obligado por la ley a rendir el pasado día 1 de septiembre su Primer Informe de Gobierno a la Nación, a él le dio la gana que fuera el tercer informe de gobierno “al pueblo” y así lo rebautizó.
Nada fuera de la ley, excepto lo que tenga que darse fuera de la ley para favorecer “al pueblo”. Por desgracia, en Palacio Nacional parece no estar claro qué o quién es “el pueblo”.
Habrá que explicar al señor presidente algunos temas que está obligado a entender y a tomar en cuenta.
Uno: La ley no exime a nadie, absolutamente a nadie, de su cumplimiento. Es decir, nada fuera de la ley, aunque se trate de una decisión presidencial.
Dos: La campaña política en la que representó a un partido ya terminó. Hoy le toca representar y gobernar a todos los mexicanos, a todos sin faltar uno solo.
Tres: El pueblo lo constituimos todos los mexicanos, desde los menos favorecidos hasta los que más bienes poseen.
Así es el asunto.