*SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS/A. I.- YO LOS BENDECIRÉ (Nm 6,22-27).* Los capítulos 5 y 6, forman la segunda parte del libro de los Números, misma que concluye con la fórmula de la bendición escuchada (6,22-27). Nos encontramos en plena época del desierto, período de aprendizaje para el pueblo de Dios, que debe comenzar a ejercitar de manera cotidiana la alianza hecha con Yahvé, particularmente las dos primeras palabras: “Yo soy Yahvé tu Dios…” (Ex 20,1-6) y “No pronunciarás el nombre de Yahvé tu Dios en falso” (Ex 20,7). La alianza y la pertenencia -que brota de la bendición-, constituyen nuevas realidades que el pueblo debe asumir paulatina y profundamente, ya que esto le hará posible vivir en la presencia del Señor, de modo permanente. Como sabemos, la bendición es un don que afecta a la vida y a su misterio y es un don expresado por la palabra, es palabra y es don; el bien que aporta no es de la esfera del tener, sino del ser, porque no depende de la acción del hombre, sino de la creación de Dios. La bendición evoca la imagen de una sana prosperidad y de la generosidad para con los desgraciados (Si 7,32; Pr 11,26) y, especialmente, de la benevolencia de Dios. Recordemos también que la bendición establece entre los seres una corriente vital y recíproca, que hace que el más pequeño vea desbordar sobre él la generosidad del poderoso; el que bendice, la mayor parte de las veces es Dios y su bendición hace siempre brotar la vida (Sal 65 (64),11; Gn 24,35; Jb 1,10); después de Dios, la fuente de la vida es el padre y a él le incumbe bendecir. La fórmula de bendición invoca el favor divino; los vv. 24, 25 y 26 repiten el nombre de Yahvé garantizando así al pueblo, la presencia de Dios que protege y concede la paz. *II.- A MARÍA, A JOSÉ Y AL NIÑO (Lc 2,16-21).* Cuando el Mesías nace en Belén, el ángel del Señor se presentó a los pastores que estaban en la comarca para anunciarles que en la ciudad de David les había nacido un salvador, Cristo, el Señor (vv. 8-13); hasta aquí estamos solamente en la fase informativa, en la recepción de una noticia, es el v. 15 el que marca el cambio de ánimo y de actitud, en él se llega al momento de la toma de decisiones: “Vamos a Belén, a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” y la señal recibida era la de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (v. 12). Con esta información marchan presurosos (cfr. Lc 1,39) a buscar lo que el ángel les había comunicado y se encuentran, sí al Mesías, pero en el seno de una familia: una madre, un padre y al Mesías acostado en el pesebre; lo que el arcángel Gabriel había dicho a María en Lc 1,26-38, no era necesario repetirlo, puesto que él fue enviado por Dios (Lc 1,26) y, en consecuencia, era Dios mismo el que le había hablado a María de su divina maternidad; los pastores buscaron y encontraron (cfr. Mt 7,7) también a la Madre de Dios. Se trata de una Madre que ha aclarado sus dudas (Lc 1,34-35) y que ahora interioriza todos los acontecimientos para entenderlos y vivirlos como actos salvíficos que Dios está realizando para llevar a cabo la obra de la redención. Éste encuentro hace de los pastores misioneros y adoradores, pues anuncian desde su propia experiencia -lo que vieron- y glorificaron y alabaron a Dios por todo lo que habían visto y oído (cfr. 1Jn 1,1-4), tal como se les había dicho. La paternidad de José queda confirmada por el hecho de ponerle el nombre de Jesús, conforme a las palabras del ángel (cfr. Mt 1,21), acción que sólo le corresponde al padre (cfr. Lc 1,62-63). *III.- NACIDO DE UNA MUJER (Ga 4,4-7).* Para hablar de la plenitud de los tiempos, san Pablo toma como punto de partida una figura del campo jurídico que rige las diversas etapas de la vida del hombre, desde la minoría de edad, hasta la etapa adulta. Es en esta plenitud de los tiempos que viene a nosotros el Hijo de Dios, nacido de mujer -María (cfr. Lc 1,31-31.43; 2,27.33-34. 48.51- para rescatarnos y hacernos hijos de Dios. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.* ¡Feliz año 2023! Bendiciones y un abrazo.