*III ADVIENTO/A (Gaudete). I.- VIENE YA PARA SALVARNOS (Is 35,1-6.10).* El c. 35 del profeta Isaías contrasta con el oráculo del 34 que presenta la destrucción de Edom, pueblo históricamente enemigo de Israel y que ahora se irá a la ruina juntamente con las otras naciones; en contraposición a esto el profeta proclama un cambio para Israel, anuncia una serie de bendiciones como el retorno a Sión, los desterrados escuchan el pregón del fin del cautiverio, cosa que significa el triunfo de Jerusalén. Comienza con la invitación a la alegría, todo lo árido y seco es llamado a este regocijo mediante una transformación, porque la gloria del Señor se manifestará, se verá el esplendor de Yahvé, primero en la batalla y destrucción de las naciones -entre ellas Edom, que tanto se había alegrado por la caída de Jerusalén- y luego por el triunfo de Jerusalén. A los cautivos que aún les invadía la duda, hay que animarlos, fortalecerlos e invitarlos a confiar en el Señor que viene a salvar a su pueblo, contagiar a todos de la alegría y el gozo, porque Jerusalén ha expiado por sus pecados; a esto hay que agregarle las curaciones o sanaciones que el Señor realizará: ciegos, sordos, cojos y mudos experimentarán un cambio profundo en sus respectivas situaciones (cfr. Is 61,1-2); a ellos se unirá la naturaleza entera para manifestar la presencia y el poder del Dios de Jacob (cfr. Is 43,29ss; 55,12s). La característica principal de los redimidos o rescatados será la alegría; dirán adiós a la pena y la aflicción porque vendrán escoltados por el regocijo y la alegría. *II.- EL QUE HA DE VENIR (Mt 11,2-11).* La pregunta que Juan el Bautista hace a Cristo por medio de dos discípulos, se ubica en el contexto de Mt 3,10-12, que comprende parte de la predicación del Bautista que, como recordaremos, presenta la llegada de un Dios vengador y justiciero que viene para eliminar a sus enemigos. La actividad apostólica del Mesías resulta desconcertante para Juan, ya que no corresponde al tenor por él predicado; el estilo, las curaciones, así como también los diversos milagros de Cristo no concuerdan del todo con lo anunciado por la “voz que clama en el desierto”; aunado a esto, el c. 10 está totalmente dedicado a la misión de los Doce y a las diversas instrucciones que reciben: les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias, curar a los enfermos, resucitar a los muertos, purificar a los leprosos, expulsar a los demonios y para proclamar que el Reino de los Cielos está cerca. Como podemos ver, no hay ni hacha para cortar, ni bieldo para separar, lo que origina la pregunta “¿Eres tú el que ha de venir”?; las actitudes y palabras del Señor reflejan más bien a un Dios cercano al que sufre, compasivo y misericordioso, alguien que conoce el sufrimiento de los suyos y está con ellos para aliviarlos y liberarlos. Pero los enviados del Bautista no son simples espectadores, sino que también se involucran en la actividad mesiánica y retornarán con Juan en calidad de testigos que vieron y oyeron (v. 4); no se trata solamente de transmitir un dato o una información sino que, ante todo, se trata de ser testigos de la salvación presente ya entre nosotros, algo parecido a lo que san Pedro nos dice en 1P 3,15, “saber dar razón de nuestra esperanza”, de comunicar una experiencia de vida al hablar del que ha venido a salvarnos. *III.- HASTA LA VENIDA DEL SEÑOR (St 5,7-10).* Habiéndose dirigido a los ricos en los vv. 1-6 sobre su vida disoluta, ahora el Apóstol nos invita a vivir de cara a la segunda Venida del Señor, teniendo a la vista el sufrimiento y la paciencia de los profetas, así como también la figura y el trabajo del labrador que espera pacientemente el ciclo de la naturaleza para cosechar. El mensaje es claro y es para todos: tengan paciencia, porque la Venida del Señor está cerca. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*