XXVII ORDINARIO/C. I.- VIVIRÁ POR SU FE (Ha 1,2-3.2,2-4).* El profeta Habacuc, uno de los profetas menores, planta cara al Dios de Israel mediante dos oráculos que dejan la sensación de que se atreve a pedir cuentas a Yahvé sobre su gobierno de la tierra; en la primera parte de su breve libro (cc. 1-2), se presenta un diálogo entre el profeta y Dios que tiene como eje el texto de 1,4b: “¡El impío asedia al justo, por eso se pervierte la ley!” y casi se podría leer a continuación “y _tú no haces nada_ “. A tenor del v. 1, existe una aparente indiferencia del Señor con relación a la situación trágica que vive su pueblo -cosa que contrasta con Ex 3,7-10-; la queja del profeta es que Dios no hace caso a su petición de ayuda ante la violencia reinante e impuesta por el imperio caldeo, que arrasa y destruye, cruel y sanguinario y que ahora oprime a Israel. El v. 3 da la idea de que el hombre de Dios ve algo distinto a lo que ve Yahvé: el pagano e impío azota al pueblo elegido, frente a la pasividad divina y es por esta actitud, precisamente, que surge la segunda queja de Habacuc: Dios ve y calla cuando el impío traga al que es más justo que él (v. 13b); Israel es pecador, pero conoce a Yahvé y tiene oportunidad de arrepentirse; el caldeo, en cambio, confía en su fuerza y no siente necesidad de arrepentirse. En 2,2 cambia ya el tono del texto, cuando el Señor responde al reclamo profético invitándolo a ver lo mismo que Yahvé; Él actuará para salvar a su pueblo, no dice cuándo, pero sí deja bien claro que todo tiene como finalidad purificar y salvar a su pueblo rebelde, la clave está en mantenerse fiel a Yahvé y a su alianza. *II.- CUANDO HAYAS CUMPLIDO (Lc 17,5-10).* La primera parte del texto Lucano (vv. 5-6) tiene como tema central la fe y el ejercicio de la misma, es decir, el discípulo debe partir, no de la fe ideal -la que debería tener- sino de la que ya posee y que debe hacerla operante. Al parecer, los apóstoles reaccionan con desánimo de cara al perdón al hermano que les ha ofendido, olvidando con esto lo ocurrido en Lc 9,1-6 y la reacción herodiana que se desata con este episodio: los Doce fueron enviados con autoridad y poder a realizar las mismas obras del Maestro; también tenemos el pasaje de Lc 10,1-16 que despliega un abanico de acciones realizadas en el nombre del Señor y con el poder que de Él recibieron. Hemos de detenernos con atención en el texto de 19,17, cuando los setenta y dos discípulos regresaron y exclamaron con alegría “Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre”, a lo que le siguen las palabras de Jesús: “… Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo el poder del enemigo y nada podrá hacerles daño” (Lc 10,19); si con esta fe -que al parecer lamentan tener por considerarla poca o pequeña-, los apóstoles han conseguido tales obras, ¿no podrán acaso perdonar al que les ha ofendido siete veces al día? Pero, además de este perdón, encontramos el tema del servicio como algo que preocupa a los Doce (cfr. Lc 9,46-49; 22,24-27); el Maestro ha estado formando a sus más cercanos colaboradores y les ha enseñado que para ser el mayor, hay que hacerse el menor de todos, el servidor, especialmente de los más débiles de la comunidad, al mismo tiempo que les ayuda a comprender cómo han logrado lo imposible con esa fe que ellos consideran débil y con cuánta mayor razón podrán ponerse al servicio de los hermanos, cumplir con su tarea de simples servidores y sentirse satisfechos de haber cumplido. *III.- CON LA AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO (2Tm 1,6-8.13-14).* Ahora san Pablo insiste en el tema de la fidelidad a Dios y sus consecuencias; puesto que Timoteo ha recibido el carisma, ahora debe revivirlo con la fuerza de Dios; esto podrá hacerlo mediante la predicación del Evangelio, dando así testimonio del Resucitado y enseñando la sana y recta doctrina. Recordemos que en 1Tm 1,3-7, le previene acerca de la predicación de los falsos doctores y la invitación que san Pablo le hace es la de conservar, guardar la sana y recta doctrina, ayudado por el Espíritu Santo, aunque esto le provoque sufrimientos, como a su maestro Pablo. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.*